En el año 2001, David Allen lanzó al mercado ‘Getting Things Done’, introduciendo el método GTD. A casi 24 años de su aparición, este enfoque continúa siendo relevante.
Este éxito destaca especialmente, considerando las drásticas diferencias entre la realidad actual y la de principios de siglo. Durante este período, han surgido infinidad de métodos que prometían ser superiores, pero la mayoría ha caído en el olvido. Entonces, la cuestión clave no es qué hace que un método de productividad sea bueno, sino qué lo convierte en inmortal.
Dentro del ámbito de la productividad, GTD se asemeja a un cocodrilo: ha perdurado por décadas casi sin cambios gracias a que halló la fórmula evolutiva perfecta. Mientras tanto, otros métodos han desaparecido:
Algunos han quedado en el olvido, otros se han alejado del concepto de método productivo, y otros más no consiguieron alcanzar la adopción esperada.
La supervivencia de GTD radica en que no es tanto un sistema como un framework: no dicta cómo vivir tu vida, sino que ofrece herramientas para gestionarla. Esta diferencia es fundamental.
Los métodos que perduran en el tiempo comparten ciertas características fundamentales:
- Modularidad conceptual.
- Agnosticismo tecnológico.
- Aversión al perfeccionismo.
¿Ejemplos?
- GTD es igual de efectivo en papel que en Notion.
- El método Pomodoro solo requiere un cronómetro.
- Kanban se puede ejecutar tanto con post-its como con Trello.
Muchos métodos terminan extinguiéndose por su excesiva complejidad.
- ’43 folders’ dependía de archivadores físicos en un mundo cada vez más digital.
- ‘ZTD’ demandaba una transformación drástica.
- ‘Getting Results Agile’ solicitaba gestionar seis áreas de enfoque al mismo tiempo.
Un método está condenado al fracaso cuando requiere que te transformes por completo o que hagas de lo digital algo analógico a la fuerza.
La neurociencia ha identificado que los métodos más simples perduran porque nuestro cerebro prefiere operar como el ‘System 1’ que describe Kahneman: de manera automática, intuitiva y sin esfuerzo mental.
Los métodos exitosos aprovechan nuestros sesgos en lugar de enfrentarlos.
Los métodos que no sobreviven exigían de nosotros una disciplina casi heroica, un esfuerzo en contra de nuestra naturaleza eficiente. Una batalla perdida desde el principio.
La próxima vez que decidas probar un nuevo método de productividad, de aquellos que son un éxito en las librerías y que se resumen en un minuto en reels, no te preguntes si es mejor que el que ya utilizas. Pregúntate si sobrevivirá cuando la tecnología evolucione, cuando tu motivación se diluya y cuando la novedad ya no esté presente.
Los métodos eternos no son los más perfectos, sino los más adaptables. Como los cocodrilos.
Imagen destacada | Savannah Wakefield en Unsplash
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