Telefónica está a punto de realizar un movimiento significativo en el escenario mediático español: aspira a obtener un canal de televisión en abierto tras la designación de Javier de Paz como presidente no ejecutivo de Movistar+, tal y como informó El Economista.
Esta estrategia coincide con los planes del Gobierno de subastar una nueva licencia de TDT, según informó El Confidencial durante el verano, citando sus propias fuentes. Esto podrÃa llevarse a cabo a través de un acuerdo con accionistas españoles de Prisa que están en desacuerdo con su actual presidente, Joseph Oughourlian.
La propuesta llega en un instante determinante para la longeva operadora. Telefónica, que ha sobrevivido a innumerables transformaciones en sus cien años de existencia, enfrenta ahora un cruce estratégico que definirá su porvenir.
La incursión en la televisión en abierto no es simplemente un movimiento táctico; es parte de una introspección más amplia sobre su identidad corporativa.
La compañÃa se encuentra en un periodo de grandes cambios, pero está enfrentada entre dos realidades que simbolizan perfectamente su dilema esencial:
- Por un lado, el negocio tradicional de telecomunicaciones, con márgenes cada vez más estrechos, competencia creciente y una relevancia en declive.
- Por otro, el deseo de transformarse en una compañÃa tecnológica capaz de competir en terrenos de mayor valor añadido.
El canal en abierto —posiblemente bajo el nombre ‘La Séptima’, siguiendo el planteamiento de Prisa— representarÃa un nuevo episodio en este esfuerzo de diversificación.
Lo interesante aquà es cómo confluyen diversas necesidades en esta iniciativa:
- Para Telefónica, es una oportunidad de incrementar su presencia más allá de la televisión de pago, lo cual resulta especialmente valioso ante la incertidumbre sobre los derechos del fútbol que deberán renovarse en un par de años.
- Para determinados accionistas de Prisa, ofrece una alternativa frente a sus desavenencias con la dirección actual.
- Y para el Gobierno, representa la posibilidad de ampliar el espectro mediático con un nuevo participante.
El entorno empresarial de Telefónica explica muchas de sus actuales decisiones. La paradoja que dejó Pallete en su gestión es notable: logró reducir la deuda a la mitad mientras el valor en bolsa se desplomaba un 57%. El mensaje del mercado no podÃa ser más claro: el saneamiento financiero ya no es suficiente; los inversores buscan historias de crecimiento, no de mera supervivencia. Y en ese sentido, diversificarse hacia un canal en abierto puede proporcionar precisamente la narrativa atractiva que necesitan.
La dupla Murtra-Gayo, la nueva directiva de Telefónica, parece estar más dispuesta a explorar este tipo de territorios. La entrada de los saudÃes y del Estado a través de SEPI facilita tomar decisiones más arriesgadas que en la etapa anterior.
El panorama de la TDT que enfrentarÃa Telefónica es complicado: es un mercado consolidado en el que Mediaset y Atresmedia capturan casi el 85% de la inversión publicitaria, unos 1.700 millones de euros al año.
Este acercamiento a los medios no es exclusivo de Telefónica ni del mercado español. AT&T apostó por convertirse en una empresa de medios adquiriendo Warner (aunque finalmente la vendió años después). Verizon compró Yahoo y AOL para luego desprenderse de ambas por la mitad de lo que le costaron. La integración vertical entre distribución y contenidos ha demostrado ser un camino complicado… pero potencialmente rentable si se ejecuta con precisión. Y sobre todo, visualizando más allá del retorno directo.
Lo que distingue a este caso es su sincronización con la agenda regulatoria. El proyecto de licitar un nuevo canal de TDT se alinea con el Plan de Acción por la Democracia del Gobierno, que incluye medidas para la transparencia mediática y ayudas al sector. Esta coincidencia plantea interrogantes sobre la autonomÃa del futuro canal, pero también ofrece un marco para su viabilidad en un mercado altamente competitivo.
Para Telefónica, más allá del potencial retorno económico, un canal en abierto representa una nueva dimensión de influencia. En un momento en que su negocio tradicional está siendo cuestionado y cuando busca posicionarse como algo más que un simple «tubo» de datos, la capacidad de generar y distribuir contenidos propios, y de ganar influencia, toma un valor estratégico que trasciende los balances trimestrales.
El verdadero desafÃo no estará en obtener la licencia —el contexto es favorable— sino en convertir esta iniciativa en un componente coherente de su transformación digital. Telefónica ha demostrado su capacidad para reinventarse a lo largo de un siglo. Ahora debe demostrar que puede hacerlo una vez más en un entorno que cambia mucho más rápido que antes.
Este paso podrÃa parecer una simple diversificación de negocio, pero en realidad implica la redefinición de uno de los gigantes empresariales españoles y su relación con el poder polÃtico y mediático.
El espectador final apenas percibirá las corrientes subyacentes que determinarán lo que verá en su pantalla, pero son precisamente estas dinámicas las que darán forma a lo que consumiremos en los próximos años. Y será la prueba definitiva para comprobar si este gigante, que nació cuando el teléfono era un lujo, puede encontrar finalmente su voz en el bullicioso ecosistema digital del siglo XXI.
Desde Xataka nos hemos puesto en contacto con Telefónica para verificar la información publicada por El Economista, pero la operadora ha declinado hacer comentarios al respecto.
Imagen destacada | Telefónica
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