En la actualidad, existen más de 10.000 satélites activos alrededor de la Tierra. De estos, aproximadamente dos tercios pertenecen a la constelación Starlink de SpaceX, cuya operación incluye un equipo dedicado a prevenir colisiones con otros satélites y con los aproximadamente 40.000 grandes fragmentos de basura espacial que ya orbitan el planeta. Aunque este problema es conocido, ahora se agrega una nueva dimensión al asunto: el cambio climático.
Impacto del cambio climático en la acumulación de basura espacial. El dióxido de carbono, gas crucial en el calentamiento global por su efecto invernadero, tiene un curioso impacto contrario en la atmósfera superior. Al enfriarse y contraerse estas capas, la densidad de la atmósfera disminuye, lo que facilita que la basura espacial permanezca en órbita por más tiempo.
El rol de la atmósfera superior consiste en actuar como un agente de limpieza natural. Cuando los objetos orbitan muy cerca de la Tierra, la fricción con la atmósfera, aunque ligera, los desacelera hasta que caen y se desintegran. Sin embargo, con una atmósfera más delgada, este efecto se reduce significativamente, permitiendo que la basura espacial se acumule más tiempo en órbita.
Escenarios preocupantes. Un estudio de Nature Sustainability advierte que si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan sin control, para 2050, la capacidad de la órbita baja terrestre para albergar satélites podrÃa disminuir un 27%. Esta reducción podrÃa llegar a estar entre un 50 y un 66% hacia finales de siglo.
El concepto de «capacidad orbital instantánea» se introduce en el estudio para evaluar cuántos satélites pueden operar sin descontrolar la proliferación de basura espacial, considerando la variabilidad solar: en los mÃnimos solares, la atmósfera se contrae aún más.
El auge de las constelaciones satelitales. La creciente demanda tecnológica está encabezada por Starlink, con futuras constelaciones de China, Europa y EE.UU. que también proyectan desplegar hasta 60.000 satélites. La órbita baja, que se extiende de 200 a 1.000 km de altitud, podrÃa tornarse insostenible.
En un panorama extremo, una sola colisión podrÃa desencadenar lo que se conoce como el sÃndrome de Kessler: una secuencia de eventos donde cada impacto genera más fragmentos, aumentando exponencialmente la cantidad de basura espacial y haciendo la órbita terrestre inservible.
Estrategias de mitigación. Además de reducir las emisiones mediante la transición energética, existen iniciativas para limpiar la órbita, como satélites capaces de recoger fragmentos antiguos. No obstante, la Agencia Espacial Europea sugiere que la solución más eficaz es implementar normativas estrictas en los lanzamientos y diseño de satélites.
Jared Isaacman, candidato a administrador de la NASA, enfatizó en su cuenta de X la seriedad de la situación: «Incluso un pequeño fragmento de aluminio puede causar daños significativos al viajar a velocidad orbital». Para Isaacman, es crucial detener la creación de nueva basura espacial y evitar conflictos militares en el espacio que podrÃan desatar el temido sÃndrome de Kessler.
Imagen | Max Alexander/Steve Kelly (ESA)
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