Durante muchos años, las marcas chinas se miraban en el espejo de Occidente, aspirando a alcanzar su nivel. Era el estándar a superar.
Hoy, ese espejo ha quedado atrás.
BYD, Xiaomi, Zeekr, Nio, junto con Jaecoo y Omoda —las recientes apuestas del grupo Chery en Europa— han dejado de buscar inspiração en Tesla, Mercedes, BMW o Jeep. Han comenzado a jugar en su propio terreno, uno que no existía hace un lustro. Un ámbito donde el automóvil ha dejado de ser solo un motor o un símbolo de prestigio: ahora es una plataforma digital, una experiencia integrada, y un flujo de servicios fluidos.
Mientras Europa discute sobre la rentabilidad del coche eléctrico y en Estados Unidos la industria automotriz se transforma en un campo de batalla político, en China el coche se ha convertido en algo distinto: un ser vivo, sensible y en constante evolución. Un producto que está siempre en fase beta, como un software que aprende, siente y se redefine.
Cada nuevo modelo que lanzan las marcas chinas es menos un vehículo y más una declaración de intenciones.
Es más una visión del futuro que una solución para el presente.
El Xiaomi SU7 Ultra no pretende ser una versión mejorada del Model 3. Es una completa reinvención de lo que significa un coche premium: 800 km de autonomía, carga ultrarrápida que permite recorrer 370 kilómetros en solo 10 minutos, un interior de lujo, un ecosistema digital integrado y asistentes con inteligencia artificial emocional. El coche no solo se maneja: se vive, se siente, se dialoga.
BYD, con su familia de marcas, lleva esta transformación a un nivel más allá: vehículos como el Yangwang U8 o el Denza Z no ofrecen lujo por ofrecer, sino que lo presentan como una extensión emocional de la tecnología, con un control absoluto del software y una obsesión por la experiencia sensorial del usuario. Cada detalle, cada textura, cada luz tiene un sentido emocional, no solo funcional.
YangWang U8L. Imagen: Xataka.
Denza Z. Imagen: Xataka.
Nio y Zeekr, por su parte, exploran el coche como una extensión del ecosistema personal: baterías que se pueden cambiar en minutos, asistentes de voz que aprenden del usuario, pantallas que convierten el interior en un espacio íntimo. No están vendiendo coches. Están ofreciendo experiencias de vida.
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Consejo ofrecido por la marca
Este fenómeno no se limita a China. En Europa observamos la llegada de Omoda y Jaecoo, dos marcas del grupo Chery que han debutado en España con una oferta contundente: diseño innovador, interfaces digitales de avanzada, tecnología de conectividad total y precios que no se pueden ignorar.
Omoda 3. Imagen: Omoda.
Los modelos Omoda 5 y Jaecoo 7 no buscan ser una mera réplica de un SUV alemán o japonés. Ellos apuntan a construir una nueva concepción del automóvil: más sensorial, más digital, más emocional. El Omoda 3 ha reafirmado este enfoque: no es solo un vehículo, es algo más. Y en su presentación, este aspecto emocional fue destacado.
En una entrevista publicada en Xataka, Charlie Zhang, vicepresidente de Chery, nos afirmó en Wuhu: «El estereotipo se ha desinflado al ritmo de nuestras ventas». Una afirmación que encapsula cómo China ha dejado de seguir a otros para comenzar a definir sus propias normas.
Porque ya no se trata solo de electrificar. Ni de autonomía.
Se trata de reimaginar lo que representa poseer y experimentar un coche. China no busca igualarse, sino que está creando el próximo nivel.
En Shanghái quedó evidente: el porvenir de la automoción ya no se decide en Múnich ni en Detroit. Está germinando en Pekín, en Shenzhen, en Wuhu.
Y Occidente, esta vez, parece haberse quedado atrás.
Imagen destacada | Xataka
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