Los viajeros y turistas que transiten por tierras valencianas en la región de la Safor, rumbo a Gandía, podrían pasar por alto una parada imprescindible para los locales y conocedores de la zona. Este bar, que atrae a veraneantes fieles a la costa gandiense cada año, destaca por su fachada sencilla y discreta. Sin embargo, es precisamente esta simplicidad la que le otorga su atractivo, junto a su exquisita cocina.
Conocido como Bar Poma, este establecimiento se ha ganado la reputación de ser un bar ‘de toda la vida’, con un ambiente familiar y hogareño. Ubicado en la carretera nacional que atraviesa Bellreguart, a escasos tres kilómetros de Gandía, en el corazón de la huerta valenciana, su fachada azul y el emblema de la manzana son ya un icono para la comunidad, consolidándose como el mejor bar de la provincia y posiblemente de toda la Comunidad Valenciana.
El interior del bar evoca recuerdos de esos bares familiares clásicos, con instalaciones modestas pero completas, careciendo de ostentaciones pero sobrando en esencia. Una barra que es el corazón del lugar, un comedor sencillo y una cocina que opera seis días a la semana para alimentarnos con generosidad.
En Bar Poma, un desayuno temprano o un auténtico esmorzaret a la verdadera usanza valenciana es un deleite. Ofrecen bocadillos generosos, con pan de calidad y rellenos variados que destacan por su producto local. Entre los favoritos se encuentran los de figatells con queso o cebolla, junto con sepia o sepionet, ya sea «sucio» o con alioli. Las tapas tradicionales suman a la experiencia, destacándose el embutido, croquetas, quesos, y una selección de pescados y mariscos, donde la gamba blanca de temporada y las clóchinas y tellinas son especialmente aclamadas.
El menú se completa con una cuidada selección de arroces, carnes y platos del día caseros, donde sobresalen las albóndigas en salsa. El historiador y cronista valenciano Vicent Baydal afirma sin dudar que en Bar Poma se saborean las mejores albóndigas de carne, y comparte esta opinión con la periodista Macarena Escrivá.
Con más de 30 años de historia, este bar permanece fiel a una cocina tradicional, sencilla pero generosa, con precios sorprendentemente asequibles, un lugar que sigue siendo patrimonio de los lugareños, todavía a salvo de la afluencia turística.
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