Las simulaciones militares son un elemento crucial para la defensa nacional de cualquier país. Desde los tiempos de la Guerra Fría, donde Estados Unidos y Rusia usaron estas estrategias para evaluar la viabilidad de un enfrentamiento nuclear, hasta experimentos más recientes como los de China con su nuevo destructor o las constantes simulaciones de Taiwán, los países se preparan para posibles escenarios bélicos. Recientemente, Reino Unido también realizó un ejercicio para evaluar la preparación de su arsenal en caso de conflicto.
Las conclusiones fueron alarmantes.
Una lección impactante. Hace no mucho tiempo, Reino Unido llevó a cabo una importante simulación estratégica: reprodujo en su propio espacio aéreo el patrón del ataque inicial de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Para ello, utilizó el sistema de entrenamiento Gladiator, con un valor de 24 millones de libras, con la intención de medir la capacidad de respuesta de sus defensas ante un posible ataque similar en suelo británico.
El resultado fue preocupante. Aunque los detalles específicos no se hicieron públicos, el comodoro del aire Blythe Crawford, al mando del Air Battlespace Training Centre, describió el cuadro como «nada alentador». Para una nación que históricamente se sintió resguardada por su ubicación geográfica, este ejercicio representó un golpe a su percepción de seguridad.
Una amenaza tangible. Los hallazgos del ejercicio revelaron la vulnerabilidad del Reino Unido ante un ataque aéreo moderno y de gran escala, similar al que Rusia lanzó contra Ucrania, usando una mezcla de misiles, drones y tecnologías avanzadas. Crawford señaló que el conflicto en Ucrania fue un llamado de atención para Occidente. No solo demostró la brutalidad de los ataques iniciales rusos, sino también cómo ha cambiado la dinámica de la guerra aérea moderna.
Crawford explicó que la lucha aérea ya no se trata solo de mantener una superioridad extendida sobre un área amplia, sino de ganar supremacías breves y localizadas, a menudo en entornos cercanos al suelo. La guerra en Ucrania ha sido un campo de pruebas sin precedentes entre dos países con sistemas de defensa aérea poderosos, pero donde ninguno ha logrado controlar completamente el espacio aéreo, contradiciendo doctrinas aéreas tradicionales.
El desafío de los enjambres de drones. Crawford destacó el uso masivo de drones en Ucrania como uno de los aspectos más reveladores. Ya no se enfrentan solo dispositivos individuales, sino enjambres de cientos, algunos armados con explosivos, otros diseñados como señuelos y algunos con misiones suicidas.
Estas oleadas, junto con misiles balísticos de largo alcance, configuran una amenaza múltiple y simultánea para la que los sistemas defensivos tradicionales no estaban preparados. La cuestión táctica queda así: «¿Deberíamos neutralizar cada ataque, o priorizar los más letales?». Esta pregunta sigue sin respuesta clara, pero es crucial para todas las fuerzas aéreas occidentales.
De bastión a blanco potencial. Un mensaje contundente de la simulación británica fue la necesidad de transformar su enfoque defensivo. Durante años, las guerras se libraron lejos de su territorio, creando una falsa sensación de seguridad.
Crawford alertó de que es necesario abandonar esa confianza y aceptar que incluso las bases británicas están ahora bajo amenaza directa. En otras palabras, Reino Unido ya no es solo un punto de partida seguro para misiones exteriores, sino también un posible objetivo en sí mismo. Si Rusia optara por atacar el suelo británico, podría hacerlo desde el Atlántico, esquivando así el espacio aéreo europeo.
Repensando las doctrinas. Las enseñanzas de la simulación apuntan a que la experiencia ucraniana está reformulando doctrinas militares vistas como inamovibles. La noción de control aéreo absoluto, base de la estrategia de la OTAN desde la Guerra del Golfo, ahora se está viendo desafiada por nuevas amenazas que combinan rapidez, cantidad, imprevisibilidad y autonomía.
Para Crawford y otros estrategas, la clave es aprender rápido y aceptar que su terreno, otrora seguro, ya no lo es, y así, reformular los sistemas defensivos considerando que el próximo conflicto podría ocurrir en casa, y no en un país lejano.
Imagen | U.S. Department of Defense
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