Aunque parece que han estado con nosotros desde siempre, en España no se encontraban ensaladas embolsadas, listas para consumir, hasta 1988.
Fue en ese momento cuando los navarros Juan Miguel Floristán y José Javier Muguerza decidieron fundar Vega Mayor, inspirados por el éxito que las lechugas de cuarta gama estaban teniendo en Francia.
Los comienzos fueron difíciles. “Hay alguien en la empresa que recuerda los primeros días, cuando llevaban las bolsas a los mercados de Madrid en una furgoneta alquilada”, comenta Leyre Herranz, responsable de comunicación de Florette. “Era un producto superdesconocido y les costó arrancar”.
En 2001, Vega Mayor fue adquirida por Agrial, un gran conglomerado agroalimentario francés que también es propietario de la marca Florette, que comenzó a operar en España en ese momento. Ese mismo año se inauguró la fábrica actual, situada en Milagro (Navarra), que lidera en España el sector del embolsado de lechugas, un proceso que, pese a parecer simple, requiere bastante tecnología.
Esta planta fabrica más de 12 millones de bolsas de ensaladas al año, con 209 referencias diferentes que combinan tamaños y mezclas de las 60 especies de vegetales que cultiva el grupo en campos cercanos.
Javier Les, director de calidad, sostenibilidad e innovación de Florette, en uno de los campos de cultivo protegido de Cadreita.
Del campo al supermercado en 24 horas
Para mantener las ensaladas en buen estado, es crucial minimizar el tiempo entre la recolección, lavado, secado, embolsado y entrega al consumidor, un proceso que suele realizarse en menos de 24 horas debido a la caducidad del producto.
“En una semana debe estar recolectado y consumido”, explica Javier Les, director de calidad, sostenibilidad e innovación de Florette. “Es un proceso muy ágil”.
Florette asegura que los campos de cultivo y fábricas están estratégicamente distribuidos por España para garantizar una producción continua durante todo el año.
En primavera y otoño recolectan en Navarra y Albacete; en verano en Soria y la sierra de Almería; y en invierno en Alicante y Murcia. En Canarias, cuentan con tierras y una fábrica que les permite producción constante para el mercado insular.
Florette cultiva 2000 hectáreas en España y emplea a más de 500 agricultores y 2000 trabajadores en fábricas, produciendo 750.000 ensaladas diarias.
Además de las variedades de lechugas al aire libre, como espinacas, acelgas, brócoli o lombarda, Florette fue pionera en el cultivo de brotes tiernos como canónigos, berros, rúcula o acedera en cultivos protegidos. “Fuimos pioneros y seguimos siendo innovadores”, asegura Les.
El proceso de siembra, regadío por microaspersión y recolección están mecanizados para maximizar la eficiencia: el consumo de agua es controlado milimétricamente, y no hay climatización, solo protección mediante invernaderos.
En verano, cuando el calor aumenta, tanto las variedades adultas como los brotes tiernos se recolectan de madrugada y son rápidamente llevados a camiones refrigerados.
“La clave para nosotros es mantener siempre la temperatura baja”, explica Les. “El enfriamiento ralentiza la actividad metabólica de los vegetales y alarga su vida útil.”
En los cultivos protegidos, como este de Cadreita (Navarra), se crían especies como la rúcula. Por detrás, la máquina que se encarga de recogerla llegado el momento óptimo.
Automatización creciente
Una vez en los camiones, los vegetales son llevados a los centros de producción para ser seleccionados, cortados, lavados, secados y embolsados.
Este proceso se perfecciona constantemente, como explica Daniel Berganzo, director de las plantas de Milagro y Arguedas.
Hoy en día, la fábrica tiene 10 líneas de procesado y 14 de embolsado, algunas automáticas, otras semiautomáticas y manuales. El mayor desafío es manejar las diferentes variedades de vegetales, que requieren tratamientos específicos.
Por ejemplo, durante nuestra visita, un grupo de operarios retiraba el tronco de la lechuga iceberg, que es la más demandada. Aunque se está buscando automatizar este proceso, no es sencillo por las diferencias en tamaño y dureza.
Daniel Berganzo, director de la fábrica de Florette en Milagro.
Para otras lechugas, como la romana, este proceso está automatizado gracias a Florecoupe, una innovadora máquina desarrollada por ellos.
Una vez cortadas y sin tronco, las lechugas se sumergen en piscinas con agua clorada, requisito para su venta como listas para consumir, y luego pasan al secado.
Los brotes tiernos se procesan en un túnel de secado especializado, mientras que las variedades adultas se secan en una gran centrifugadora de ensaladas. Tras varios controles de calidad, siguen a la zona de embolsado o se envían a la planta de Arguedas para elaborar ensaladas completas, un desarrollo pionero en España.
Tras cortarse, la lechuga pasa a unos enormes jacuzzi donde se lava a conciencia.
El reto del plástico
Florette se enorgullece de su compromiso con la sostenibilidad, utilizando energías 100% renovables desde 2019 y reduciendo el consumo de agua industrial en un 23% en los últimos años. Emplean técnicas de solarización de suelos para evitar herbicidas, entre otras prácticas respetuosas con el medio ambiente.
No obstante, enfrentan el desafío del plástico, un material visto como contaminante pero del que no logran desprenderse por completo.
Sonia Muro, responsable de sostenibilidad de Florette, explica que están inmersos en el Proyecto Plásticos para reducir residuos. Han sustituido materiales no reciclables, logrando que ahora el 100% de sus plásticos sean reciclables. “Desde 2020 hemos retirado 860 toneladas de plástico del mercado”, asegura Muro.
A pesar de esto, cambiar a envases de papel resulta complejo. “El papel no soporta la humedad”, comenta Muro. “Necesitamos recubrirlo de plástico. Tal vez logremos una línea en papel, pero no será un cambio masivo. El papel tiene alta permeabilidad, se oxida más y no es tan transparente”.
El cambio al papel es un desafío, ya que el consumidor de cuarta gama desea ver el contenido. Además, aunque muchos envases parecen de cartón, también contienen plásticos.
“Existe mucho greenwashing en el mercado”, comenta Muro. “Aunque en la primera gama hay un gran cambio al cartón, no es la mejor solución. El cartón es blando y no resiste. Hay una demonización injusta del plástico”.
Florette busca usar la mayor cantidad posible de plástico reciclado en sus envases, meta marcada por la legislación europea. Sin embargo, actualmente el mercado no ofrece suficiente material reciclado: “Los objetivos son ambiciosos y dependerán del desarrollo del sector del reciclaje”, asegura Muro.
Aunque veremos ensaladas de cuarta gama envasadas en otros materiales, el resultado final en la calculadora de sostenibilidad está por definirse. “Quizás adoptemos alguna iniciativa en papel, ya que el mercado lo demanda, pero no siempre es lo más sostenible”, concluye. “El desperdicio alimentario aumenta si la vida útil del producto se acorta. Nosotros no dejaremos de usar plástico, es un desafío insalvable”.
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