El mundo moderno ya no puede subestimar el poder de las tierras raras, especialmente cuando una sola nación posee la mayoría de estos valiosos recursos. China ha tejido una compleja red de influencia económica a través de estos minerales, lo que ha llevado a otras naciones a buscar frenéticamente nuevas fuentes de este «nuevo oro», incluso en los lugares más improbables.
Un potencial descubrimiento ha emergido desde el fondo del océano: una isla submarina. Pero la pregunta es, ¿a quién pertenece?
Un Hallazgo Inesperado. Todo comenzó cuando un grupo internacional de científicos reveló que una sección del altiplano submarino llamado Rio Grande Rise, situado a unos 1.200 kilómetros de la costa brasileña, fue en su tiempo una isla tropical hace millones de años.
Conocida anteriormente por la ciencia como una serie de montañas volcánicas subacuáticas del Cretácico tardío, recientes investigaciones descubrieron que su lado occidental estuvo antaño sobre el mar, siendo parte de un ecosistema terrestre que lentamente se sumergió bajo el agua a causa de la actividad tectónica y el peso de las formaciones volcánicas. Esta revelación no solo altera la visión geográfica paleoclimática de la zona, sino que también podría desencadenar una disputa internacional por los valiosos recursos minerales allí encontrados.
Respuestas del Pasado. El descubrimiento se remonta a 2018 cuando estudios británicos y brasileños detectaron una composición poco común en las rocas del lecho marino del Rio Grande Rise. Aparentaban más características de depósitos de lava y arcilla roja de tierra que de formaciones marinas habituales. Investigaciones posteriores, publicadas en Scientific Reports, confirmaron que esta arcilla (rica en minerales como caolinita, hematita y goetita, típicos de suelos tropicales) es una clara evidencia de que dicho segmento del altiplano sobresalió del océano hace entre 44 y 47 millones de años, en el Eoceno.
Estas arcillas, con un elevado índice de alteración química (93), indican un clima tropical cálido y húmedo que pudo haber sido crucial para las rutas de aves migratorias entre América del Sur y África, brindando una pieza más en el complejo rompecabezas de los intercambios biológicos pasados.
Un Tesoro Escondido. Sin embargo, su valor no es solo científico. El Rio Grande Rise está cargado de riquezas económicas. Las costras de ferromanganeso allí presentes tienen altos niveles de metales vitales como cobalto, níquel y litio, elementos clave para la transición energética global, desde baterías de autos eléctricos hasta para el almacenamiento de energía renovable.
Lo que genera mayor interés es su alta concentración de tierras raras, especialmente el itrio, un metal utilizado en tecnologías estratégicas como aleaciones aeroespaciales, superconductores, láseres industriales, LEDs y lentes de precisión. Con China dominando casi el 90 % de la producción mundial de estos materiales, cualquier nueva fuente de extracción adquiere un valor geopolítico significativo. Brasil, por tanto, ha visto intensificadas sus aspiraciones sobre esta zona, especialmente tras las restricciones de exportación impuestas por Pekín.
El Problema de la Soberanía. Aquí yace el mayor desafío. Brasil ha mostrado una clara intención de reclamar el Rio Grande Rise como parte de su plataforma continental, argumentando que la formación estaba conectada al continente en el pasado. Sin embargo, el altiplano se encuentra a 652 millas náuticas de la costa, muy lejos del límite de 200 millas estipulado por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar para definir zonas económicas exclusivas.
Esto plantea un dilema legal y diplomático, donde Brasil deberá reforzar sus derechos de exploración sin violar tratados internacionales. Al mismo tiempo, existen preocupaciones sobre el impacto ambiental que la extracción minera podría tener en los ecosistemas profundos, aún poco explorados. Esta situación refleja la tensión entre la explotación económica de estos recursos y la preservación de la biodiversidad marina.
Una Competición Global. Así, la antigua isla del Rio Grande Rise, ahora oculta bajo kilómetros de océano y siglos de historia geológica, ha reaparecido como un protagonista inesperado en la carrera por los recursos estratégicos del siglo XXI. Suelos rojos fosilizados, que se formaron bajo selvas tropicales hoy extintas, yacen junto a costras metálicas anheladas por industrias globales.
El descubrimiento no solo subraya la importancia científica de las expediciones oceánicas, también pone de manifiesto la creciente competencia global por los minerales cruciales en numerosos sectores. En este nuevo paisaje de poder, donde el control de las materias primas define la frontera entre la independencia tecnológica y la dependencia estructural, incluso una isla sumergida desde hace millones de años podría inclinar la balanza hacia el futuro. O al menos, eso es lo que Brasil pretende.
Imagen | Pexels
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