Vivimos en una era de constantes notificaciones y listas de tareas interminables. Al reflexionar, recordé la tesis de ‘Esencialismo’ de Greg McKeown, uno de los primeros libros sobre productividad que leÃ.
Propone una idea que desafÃa la lógica convencional: la verdadera productividad no radica en hacer más, sino en hacer menos. A pesar de haber sido publicado en 2011, hoy resulta más pertinente que nunca.
El ‘esencialismo’ que McKeown sugiere no es simplemente una técnica para gestionar el tiempo; es un principio vital que contrasta con nuestra obsesión cultural por la hiperactividad y la multitarea.
Enorgullecernos de estar ocupados se ha convertido en un curioso distintivo de honor, pero el esencialismo propone lo contrario: eliminar deliberadamente lo que no es esencial.
Es una paradoja. Cuantas más opciones y oportunidades tenemos, más se complica identificar lo realmente importante. La sobreabundancia nos paraliza y dispersa nuestra energÃa, logrando escasos progresos en diversos frentes.
No se trata de falta de capacidad, sino de enfoque. Como sociedad, parecemos haber desarrollado cierta incapacidad para el saludable arte de decir «no». Aceptamos responsabilidades por inercia, respondemos correos sin pensar y agregamos tareas sin preguntarnos si realmente aportan valor o cuál es el coste de oportunidad.
El resultado es una vida reactiva, donde las prioridades ajenas dictan nuestra agenda. Esto es inevitable para cualquier empleado, pero hay lÃmites que solemos dejar que se difuminen.
La alternativa esencialista requiere valentÃa. Hacer menos, pero mejor, es un principio desafiante cuando estamos solos. Eliminar lo secundario y potenciar lo esencial. Decepcionar a algunos para servir mejor a quienes realmente importan. No es fácil.
No se trata de convertirse en un ermitaño digital ni de rechazar toda oportunidad nueva, sino de recuperar el control de nuestras elecciones mediante un filtro implacable: ¿esto es esencial?
La respuesta suele ser ‘no’.
En un mundo que aplaude el crecimiento, incluso el del trabajo acumulado, esta propuesta tiene sentido. Aunque luego apliquemos muchos matices. El «menos, pero mejor» como motor. Una vida productiva no deberÃa medirse por la cantidad de tareas completadas, sino por el impacto que generan.
Esencialmente (pum intended), la verdadera productividad es el arte del descarte inteligente. En tiempos de abundancia infinita, esta habilidad se torna esencial.
Esencialismo: Logra el máximo de resultados con el mÃnimo esfuerzo
Imagen destacada | Xataka con Mockuuups Studio
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