Después de tres meses con el nuevo botón de control de cámara de los iPhone 16, he descubierto una verdad incómoda: La simplicidad parece ser una asignatura pendiente para Apple.
El concepto del botón es simplemente brillante: pulsar para abrir la cámara, pulsar para tomar una foto. Después de 17 años desde el primer iPhone, Apple reconoce que los botones fÃsicos (o capacitivos con retroalimentación) aún tienen un lugar. La experiencia fÃsica es importante, y no todo debe ser una interfaz digital. En los últimos años, el Apple Watch recibió un botón más, y el iPhone, dos más. ¡Larga vida a los botones!
No obstante, parece que Apple se siente algo incómoda con esa simplicidad.
El botón está sobrecargado con funciones deslizables para ajustar exposición, zoom y efectos. Estos gestos replican acciones que ya realizamos en pantalla, pero con menos precisión y más complicaciones. Es como si Apple quisiera justificar la existencia de un «simple botón» a través de una sofisticación acaso innecesaria.
Esta situación refleja la lucha de Apple entre el minimalismo y el maximalismo, entre la elegancia de lo simple y la tentación de demostrar su capacidad tecnológica.
El botón, al liberar espacio en la pantalla de bloqueo para otros accesos directos, ofrece control táctil sin necesidad de mirar el dispositivo. Cumple su propósito principal perfectamente. Sin embargo, Apple no pudo resistirse a convertirlo en un tipo de mini trackpad vertical.
Incluso yo, que utilizo este botón cada vez que quiero tomar una foto, lo uso solamente para abrir la cámara y disparar. El botón destaca en su simplicidad. Se complica cuando intenta hacer más.
Apple logró concebir la idea perfecta, pero sucumbió ante sus propias expectativas, sin atreverse a mantener la simplicidad pura.
Imagen destacada | Apple
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