En junio de 1940, Francia vivió un mes que quedaría grabado en su historia, así como también en la memoria de Adolf Hitler, quien por fin pudo realizar su ansiado viaje a París. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, tras meses de una tensa calma conocidos como ‘la guerra de broma’, los nazis lanzaron un ataque sobre Francia. El 2 de junio bombardearon París, y el 10 de junio el gobierno francés huyó, declarando la ciudad como ‘abierta’ el 12 de junio, evitando así su destrucción en una lucha infructuosa.
La ocupación de París comenzó el 14 de junio, cuando la primera guardia alemana aseguraba la ciudad para la llegada de un Hitler que había conquistado la emblemática urbe. Sin embargo, no logró conquistar su cielo: a pesar de que los líderes habían abandonado la ciudad, los parisinos decidieron que Hitler no subiría a la icónica Torre Eiffel.
Para el Insta. La conquista nazi de París fue avasalladora. Tomaron control de las instituciones y desplegaron la esvástica en el Arco del Triunfo, organizando un desfile en los Campos Elíseos, buscando que la prensa capturara el momento para la propaganda. En Francia, se estableció un gobierno colaboracionista con Philippe Pétain como cabeza visible, un héroe de la Primera Guerra Mundial convertido en traidor en la Segunda.
Con el nuevo gobierno, el ejército francés dejó de resistir, dejando vía libre a los alemanes. Entre el 23 y 24 de junio, Hitler llegó a París, acompañado por figuras como el escultor Arno Breker y su arquitecto jefe, Albert Speer. Juntos recorrieron varios de los emblemáticos sitios de la ciudad.
De las numerosas fotografías tomadas durante su visita, una de las más inolvidables es aquella al pie de la Torre Eiffel:
Una Obra Maravillosa. La Torre Eiffel, hoy símbolo de París, fue inaugurada en marzo de 1889. Desde sus inicios, la estructura contó con cinco ascensores innovadores, impulsados por energía hidráulica a través de depósitos de agua en cada piso. Algunos de estos sistemas originales siguen operativos, testimonio de una proeza ingenieril de su época, aunque Hitler nunca pudo disfrutarlos.
En 1899, los ascensores se modernizaron con motores hidráulicos de aceite a alta presión. Es impresionante que dos de los originales continúen funcionando, recorriendo anualmente unos 103.000 kilómetros, todo un hito de la ingeniería en su tiempo… con una función negada para Hitler.
Hitler No Conquistó París. Subir a la cúspide de la Torre Eiffel representaba ‘abrazar’ París. Desde allí, se tiene una visión panorámica de la ciudad, y para el líder nazi, habría simbolizado la culminación de su conquista. Sin embargo, los parisinos se aseguraron de que esto no ocurriera cortando los cables de los ascensores.
Durante la ocupación, el acceso a la torre se restringió a los visitantes alemanes, pero sin ascensores, nadie podía subir. Hitler, durante su visita, decidió no treparla a pie, quedándose en el suelo.
Propiedad Resistida. En agosto de 1944, el ambiente de victoria alemán había desaparecido en París. Con los aliados aproximándose, Hitler ordenó al general Dietrich von Choltitz destruir la ciudad, incluida la torre. Afortunadamente, el general desobedeció la instrucción, ya sea por desacuerdo o por considerar otras prioridades, manteniendo la torre intacta.
Curiosamente, la vida de von Choltitz ha sido llevada al cine como “el nazi que salvó París”, aunque los historiadores han revisado esta narrativa, señalando que en realidad buscaba sobrevivir y que llegó a colocar explosivos en sitios clave de la ciudad antes de decidir que luchar ya era inútil.
¡Ah! Los ascensores se repararon en 1946, y en el famoso videojuego español ‘Commandos 2’, no solo podemos ascender a la cima de la torre, sino que está repleta de nazis.
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