En este punto, vale recordar que la evolución humana se asemeja más a la estructura ramificada de un árbol que a la secuencia lineal que a menudo utilizamos para representarla, esa donde nuestros ancestros se enderezan y empuñan herramientas. No obstante, las bifurcaciones de estas ramas arbóreas no logran ilustrar todas las transformaciones evolutivas.
Pues a veces, las especies no solo se separan, también se reúnen.
Un estudio genético reciente ha identificado un vestigio en el ADN humano de una antigua población que se separó de nuestro linaje principal hace aproximadamente 1,5 millones de años, para converger nuevamente más tarde. Se estima que el legado genético de esta segunda población (o Población B) constituye cerca del 20% de nuestro ADN actual.
Los investigadores sugieren además que este legado podría haber sido beneficioso para nuestra especie. Según su hipótesis, estos genes podrían haber contribuido a potenciar nuestra capacidad cognitiva.
«La pregunta sobre nuestros orígenes ha cautivado a los humanos durante siglos», afirmaba Trevor Cousins, coautor del estudio, en una nota de prensa. «Durante mucho tiempo se asumió que evolucionamos de un linaje continuo ancestral, pero los detalles precisos de nuestros inicios son inciertos.»
La separación de estas dos ramas evolutivas podría haber permitido una evolución en paralelo de las Poblaciones A y B. La evolución de la Población A correspondería en gran medida a lo que ya conocemos, aunque este reciente trabajo nos brinda una comprensión más detallada de su historia evolutiva.
Según los investigadores, tras la división de ambas poblaciones, la Población A experimentó un “cuello de botella”: mientras la Población B prosperaba, la A enfrentó un periodo de escaso número de individuos, lo que implicó una significativa reducción en la diversidad genética.
De la Población A emergieron las principales especies humanas del pasado, incluyendo nuestra propia especie y la bifurcación que dio origen a neandertales y denisovanos, otra especie (o subespecie) humana que habitó Asia central hace cientos de miles de años.
Reencuentro entre especies
La historia de la Población B permanece en gran parte un misterio. El estudio no encontró evidencia de cuellos de botella poblacionales. Sabemos que el núcleo de esta población se extinguió, pero en algún momento, sus caminos se cruzaron con la Población A, posibilitando el intercambio genético. Este «reencuentro» entre poblaciones habría ocurrido más de un millón de años después de la separación, hace unos 300.000 años, según las estimaciones del equipo de estudio. Tras este reencuentro, la Población B se desvaneció sin dejar más rastro.
La herencia genética que cada población dejó en los humanos modernos no fue equitativa. Aproximadamente el 80% de nuestro material genético proviene de la Población A, mientras que el 20% restante podría ser atribuido a la Población B. El estudio halló que estos genes de la Población B se mantienen apartados de los de la Población A.
Esquema que representa la evolución de las dos poblaciones y su relación con neandertales, denisovanos y ‘Homo sapiens’ contemporáneos. Cousins, Aylwyn Scally & Richard Durbin (2025).
Este hallazgo sugiere, según los investigadores, que ambas poblaciones no eran muy compatibles. Las incompatibilidades fueron eliminadas a lo largo del tiempo por medio del proceso de selección depuradora, en el que la selección natural elimina mutaciones dañinas.
En cuanto a este legado, el equipo destaca que está compuesto por genes estrechamente relacionados con el funcionamiento cerebral y el procesamiento de información. Esto sugiere que esta pequeña herencia genética podría haber tenido un impacto significativo en la evolución de la inteligencia humana y, en general, en el desarrollo de nuestra especie.
El análisis se centró en el ADN de humanos contemporáneos, prescindiendo de restos óseos de poblaciones prehistóricas. El equipo utilizó los datos del 1000 Genomes Project, que les proporcionó una extensa base genética con información de personas de África, Asia, Europa y las Américas.
Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Nature Genetics.
La historia de la convergencia evolutiva es amplia. Quizás el caso más famoso sea el de los neandertales (Homo neanderthalensis). Esta especie, ya extinta, pobló Europa y Asia mucho antes de que nuestra especie emigrara desde África, pero al encontrarse coexistieron en varias regiones de Eurasia.
Gracias a su legado genético (que varía según la población, pero generalmente se sitúa entre el 1% y el 2% para los no afrodescendientes), sabemos que la coexistencia de sapiens y neandertales tuvo gran relevancia: la unión de estas especies produjo híbridos cuyos linajes se fusionaron con los que originaron a la humanidad actual.
Imagen | Pixabay / Pxhere
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