Sumergirse en un río de aguas cristalinas suele ser una experiencia refrescante y placentera. Sin embargo, hay un lugar en el que es mejor no mojarse los pies: el Shanay Timpishka, más conocido como el ‘río hirviente de Perú’.
La razón es impactante: la temperatura del agua casi alcanza el punto de ebullición. Lo sorprendente es que en las cercanías no hay volcanes que expliquen por qué el río hierve casi literalmente.
Un descubrimiento ancestral. Como con tantas otras historias, se pensaba que el río hirviente del Amazonas era solo una leyenda hasta que la evidencia fue incuestionable. Los habitantes locales ya conocían este fenómeno, pero durante mucho tiempo el resto del mundo dudó de su existencia.
Fue suficiente una historia contada por su abuelo para que el geólogo peruano Andrés Ruzo se sumergiera en un misterio que lo llevó a su mayor descubrimiento:
«Cuando Atahualpa, emperador inca, fue capturado por Francisco Pizarro, las historias de riqueza atrajeron a más españoles al Nuevo Mundo en busca de oro. Se dirigieron a las aldeas y preguntaron a los lugareños dónde encontrar más civilizaciones ricas. Como venganza, los incas les guiaron hacia la Amazonía, prometiéndoles una ciudad dorada llamada Paititi.
Los españoles, en lugar de oro, encontraron relatos de chamanes poderosos, guerreros con flechas venenosas, fauna asombrosa y un río que hervía».
Shanay-timpishka. Años después, Ruzo no pudo olvidar esa historia y, durante su doctorado, comenzó a indagar sobre el río. Todos, desde profesores universitarios hasta funcionarios gubernamentales y profesionales del sector minero, negaban su existencia.
La lógica indicaba que era improbable, ya que ríos casi hirvientes suelen estar cerca de volcanes, pero no había volcanes en la región. Sin embargo, una reunión familiar cambió todo. Su tía, quien había visitado el río, lo guió hasta el sitio donde descubrió aguas que emanaban vapor espeso.
No tan excepcional. Al medir la temperatura del agua, Ruzo encontró que alcanzaba más de 90 grados centígrados, con una media de 86 grados. Aunque no llegaba a hervir, estaba peligrosamente cerca. Un chamán local le preparó un té con agua del río, mostrándole cómo los lugareños consideraban normal esa peculiaridad y le revelaron que no era el primer visitante en verlo. Ruzo, sin embargo, no solo lo vio; lo estudió y documentó.
El término Shanay-timpishka significa «hervido con el calor del Sol». Ríos similares existen en el mundo, aunque no alcanzan temperaturas tan altas. Estos fenómenos son naturales: aguas subterráneas calientes emergen a la superficie formando lo que conocemos como aguas termales o ‘ríos hirvientes’.
Un entorno asfixiante. Aunque la historia del río y su temperatura es fascinante, el ambiente que lo rodea es igualmente interesante. Un equipo de exploración de la BBC, basándose en el trabajo de Ruzo, se aventuró a investigar la región.
Descubrieron que las condiciones eran sofocantes. En las áreas más frescas del río, el bosque presentaba temperaturas de entre 25 y 29 grados. Cerca del río hirviente, la temperatura alcanzaba los 45 grados.
La humedad era asfixiante y el aire, pese a la vegetación, resultaba abrasador. Sorprendentemente, el vapor abundante no impedía que la vegetación estuviera seca. Los árboles eran escasos y las especies vegetales menos densas y diversas.
Un río mortal. Cocinar pollo en agua casi hirviente es una analogía útil para entender lo que sucede en este río. Ruzo describe cómo los animales que caen en el río pierden los ojos primero debido al calor. Sus cuerpos adquieren un tono blanquecino y son cocidos tanto por fuera como por dentro al ingerir el agua.
La única ocasión en la que podría ser seguro nadar en el río es tras lluvias intensas, cuando la temperatura del agua desciende.
Un recurso a preservar. Para Ruzo y los locales, el río es sagrado, pero para el gobierno y los explotadores ilegales, es un recurso más para aprovechar. Ruzo ha creado una fundación para protegerlo, demostrando que estudiar estas zonas es crucial para entender los efectos del cambio climático en las aguas dulces.
Además de la creciente temperatura del agua, la deforestación está alterando el flujo de aire y afectando el clima de la selva, tornando la región más cálida, menos húmeda y disminuyendo las precipitaciones.
Un desafío global. Este fenómeno permite prever cómo algunas especies vegetales podrían sobrevivir a los aumentos de temperatura. Árboles bajos perecerían, mientras que especies como la Ceiba gigante podrían resistir, formando microclimas bajo un denso dosel forestal.
Chris Boulton, investigador de la Universidad de Exeter, enfatiza que proteger la selva amazónica es vital. La desaparición del bosque liberaría grandes cantidades de carbono a la atmósfera, afectando el clima mundial. No es solo un problema local, sino global.
Imágenes | TED
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