¿Cuál es el origen de las nubes? Aunque pueda parecer una pregunta simple, la respuesta es bastante más intrincada de lo que se podrÃa imaginar. Claro está, las nubes se forman en el cielo, en nuestra atmósfera, pero esta capa de gases es vasta y compleja, con un entramado de factores predecibles y algún que otro toque de caos.
Un entorno en constante evolución. En su búsqueda por responder a esta pregunta, algunos cientÃficos han descubierto un problema adicional: el lugar donde nacen las nubes está experimentando cambios. La región terrestre en la que surgen estas formaciones nubosas se ha desplazado y reducido, lo que puede incidir de manera significativa en el clima y la meteorologÃa global.
Estos hallazgos provienen de dos investigaciones publicadas en años recientes: la primera en agosto de 2024 en la revista Climate Dynamics y la segunda en mayo de este año en Geophysical Research Letters.
Tres zonas de nubes en cuestión. La primera investigación evidenció el desplazamiento y contracción de las áreas nubosas sobre los océanos de ambos hemisferios en los últimos 35 años. Este estudio se centró en tres franjas principales: una denominada como la zona de convergencia intertropical (ITCZ), situada cerca del ecuador terrestre; y dos más, ubicadas en las latitudes medias, aproximadamente entre los paralelos 30 y 60 al norte y al sur.
Gracias a herramientas como el MODIS (Moderate Resolution Imaging Spectroradiometer) a bordo del satélite Aqua, el equipo pudo trazar un mapa de las zonas con mayor presencia de nubes y su evolución a lo largo del tiempo.
Analizando los resultados. La NASA explica que las nubes de tormenta que se desplazan por nuestro planeta suelen formarse en los lÃmites de las zonas de circulación atmosférica de gran escala, como las células de Hagley, las polares y las de Ferrel o de latitud media. EspecÃficamente, se generan en los lugares donde las corrientes relacionadas con estas células convergen, haciendo que el aire caliente y húmedo ascienda.
Contrariamente, las áreas de convergencia en las que las corrientes transportan aire frÃo y seco desde niveles superiores de la atmósfera hacia altitudes más bajas corresponden a zonas donde los cielos suelen estar más despejados.
Una tendencia que cambia. El análisis de las nubes nos ofrece pistas sobre las dinámicas de estas zonas tormentosas del globo. El equipo investigador calculó, por ejemplo, que la zona nubosa se ha reducido entre un 1,5% y un 3% por década en años recientes.
La NASA señala que la ITCZ se ha estrechado y las zonas tormentosas de latitudes medias se han desplazado hacia sus polos respectivos mientras que también se contraen. En contraste, las áreas subtropicales despejadas han experimentado una expansión.
Más allá del albedo. El estudio más reciente explora las ramificaciones climáticas de este cambio en los patrones nubosos del planeta. El clima de nuestra «canica azul» está fuertemente influenciado por las nubes que oscurecen la atmósfera y ocasionalmente la cubren de blanco, ya que de esta capa nubosa depende la cantidad de energÃa solar que nos alcanza debido al albedo.
Las nubes reflejan la luz y, por lo tanto, la energÃa solar que llega a la superficie de la Tierra. Menos nubes significan más energÃa y calor. Según las estimaciones del estudio, este cambio significa que los océanos absorben 0,37 vatios por metro cuadrado más cada década debido a estos desplazamientos.
¿Y el cambio climático? PodrÃamos erróneamente pensar que este cambio explica completamente la tendencia al calentamiento global que asociamos con el cambio climático antropogénico, pero la realidad es que los modelos climáticos ya consideran estos cambios. De hecho, una estimación anterior llevada a cabo por los instrumentos de CERES (Clouds and the Earth’s Radiant Energy System) calculaba un aumento de 0,47 vatios por metro cuadrado por década en la radiación solar recibida por el planeta en su conjunto.
Estos fenómenos contribuyen al «desequilibrio energético» que favorece el calentamiento, pero no lo explican por completo. «Estos nuevos hallazgos sugieren que la pérdida de nubes de tormenta oceánicas es un factor clave en el desequilibrio», explicó George Tselioudis, miembro del equipo responsable de los estudios, a la NASA. Según Tselioudis, estos cambios también podrÃan ayudar a explicar el inesperado calentamiento oceánico observado hace algunos años, cuando el Atlántico norte registró récords de temperatura.
Imagen | Michala Garrison, MODIS Atmosphere Science Team / Tselioudis et al (2024), DSCOVR EPIC
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