La vida del rey León V estuvo llena de infortunios y giros inesperados que, por azares del destino, colocaron a Madrid como la capital de un reino situado a más de 3.000 kilómetros de distancia, al sur de la actual Turquía. Esta es la historia de León V (1342-1393), un monarca sin reino, despojado de su corona meses después de asumir el trono de la Pequeña Armenia, cuya trayectoria es precisamente un cúmulo de rarezas. Desde monarca a prisionero, luego «alcalde» de Madrid y finalmente señor de un castillo en Francia.
Para entender su historia, debemos retroceder a la Edad Media y viajar a la península de Anatolia. Allí, en la región de Cilicia, surgió entre los siglos XI y XIV la Pequeña Armenia, o Armenia cilicia, un reino creado por refugiados que escaparon de la invasión selyúcida de Armenia. Aunque no era especialmente grande, desempeñaba un papel crucial como aliado de los cruzados y bastión cristiano.
León V: un gobernante breve pero tenaz
Sin embargo, dicha estabilidad se vio quebrantada durante el reinado de su último soberano, León V de Armenia, quien no tuvo tiempo suficiente para gobernar. Coronado en Sis en septiembre de 1374, su mandato fue breve. En 1375, los mamelucos egipcios tomaron la capital, interrumpiendo bruscamente su reinado y llevándolo a prisión en El Cairo.
Por siete años, León permaneció encarcelado en Egipto, durante los cuales su situación se tornó desesperada, perdiendo incluso a su esposa e hija. En vano, apeló a la caridad de otros monarcas o de la Iglesia hasta que el franciscano Juan Dardel logró interceder por él en la península ibérica.
La historia cuenta que la difícil situación de León V ablandó el corazón de Juan I de Castilla, quien optó por actuar en favor del desventurado monarca de la Pequeña Armenia. Así, en 1382, tras siete largos años de cautiverio, León V recobró su libertad y abandonó El Cairo. Sin embargo, la pregunta era: ¿qué podía hacer un rey sin reino? León tenía una respuesta clara: recuperar su corona. Así, emprendió una campaña global en busca de apoyo.
Su travesía lo llevó a la península ibérica, concretamente a Badajoz, donde recibió la hospitalidad de Juan I. Aunque fue agasajado con honores, oro, sedas y joyas, no recibió la ayuda militar que anhelaba para retomar el trono de Sis. En lugar de ello, el rey castellano le otorgó un peculiar obsequio: los señoríos de Madrid, Andújar y Villareal (Ciudad Real), junto con una renta anual de 150.000 maravedíes.
Inesperadamente, León se convirtió en residente del Real Alcázar de Madrid, dándole a la villa un nuevo e inesperado estatus: el de capital provisional de la Pequeña Armenia, pues donde residía el corazón del monarca, allí estaba su reino. Esto ocurrió un siglo y medio antes de que Felipe II convirtiera oficialmente a Madrid en la capital de sus dominios en 1561.
No obstante, la relación cordiale entre Juan I y León no se tradujo en aceptación por parte de los madrileños, quienes no deseaban estar bajo el gobierno de un señor foráneo. Las quejas del pueblo se reflejaron en coplillas mordaces dirigidas al monarca armenio, como la que decía: «Si la villa fuera silva la guardaría el León, más es tierra castellana, no queremos tal señor».
«Dicen que de la Armenia nos viene un señor, guárdenos Dios de tan real favor”, se lamentaba otra de las canciones populares que resonaban en Madrid.
Leon V trató de ganarse el favor del pueblo mediante la reducción de impuestos y la reparación del Real Alcázar. Sin embargo, Juan I dejó claro que la cesión de los señoríos era un gesto temporal para León y no un título hereditario. La conexión entre Castilla y el armenio se debilitó aún más con el ascenso de Enrique III, hijo de Juan I.
Realmente, el interés principal de León se encontraba lejos de Madrid, en su ansiado propósito de recuperar su reino, una meta que lo obsesionó hasta sus últimos días.
No encontrando apoyos en Madrid, León dirigió sus pasos hacia Navarra y más tarde a Francia, donde recibió un trato similar al de Castilla. Carlos VI le ofreció buenas palabras y el castillo de Saint-Ouen, pero nada que le permitiera recuperar Sis.
Finalmente, León falleció en 1393 a los 51 años, sin haber concretado su sueño. Murió en París, ciudad donde también fue enterrado.
Antes de su fallecimiento, León dejó uno de los capítulos más peculiares de la historia de Madrid, ciudad que con el tiempo le rindió un curioso homenaje: su recuerdo está vinculado principalmente al antiguo Alcázar, donde residió entre 1383 y 1384. Aunque Aragón esté lejos de Armenia, la ironía radica en que la embajada actual del país se encuentra en la calle Mayor de Madrid.
Imágenes | Jordi Moncasi (Unsplash) y Wikipedia 1 y 2
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