En las profundidades de las junglas del sudeste asiático, lejos de las miradas indiscretas, operan centros de ciberestafas que se han convertido en uno de los sistemas de explotación más sofisticados y crueles del planeta.
Estos lugares no solo generan miles de millones de dólares anualmente a través de engaños digitales, sino que también someten a decenas de miles de trabajadores a condiciones inhumanas.
Muchas promesas de empleo se transforman en relatos de terror, donde migrantes de varios paÃses de la región se ven atrapados en un ciclo de violencia y coacción.
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Emergencia del crimen organizado
El surgimiento de estos ‘campos de ciber-esclavos’ se aceleró durante la pandemia de COVID-19. Las restricciones fronterizas y la mayor vigilancia forzaron a las redes criminales chinas a diversificar sus operaciones, pasando del juego ilegal a las ciberestafas.
Estas organizaciones han perfeccionado el arte de manipular las emociones y las finanzas, empleando tácticas como la ‘matanza de cerdos’ para vaciar los ahorros de miles de vÃctimas a nivel mundial.
Según el Instituto de Paz de Estados Unidos (USIP), en los últimos tres años estas prácticas han generado más de 64.000 millones de dólares. En Camboya, estas actividades representan el 50% del PIB nacional, con ingresos estimados en 12,5 mil millones de dólares anuales. Si estas redes fueran un paÃs, superarÃan a varias naciones del sudeste asiático en términos de PIB.
El costo humano de estas operaciones es incalculable. Decenas de miles de personas, engañadas con falsas promesas laborales, terminan atrapadas en estos centros, trabajando bajo amenazas constantes de violencia y tortura.
En Filipinas, se desmanteló un centro de estafas románticas que mantenÃa en esclavitud a 875 individuos.
La trampa de las oportunidades laborales
Una historia emblemática es la de Ravi, un joven de Sri Lanka cuya situación fue revelada por la BBC. Como tantos otros, Ravi fue atraÃdo por una oferta laboral aparentemente prometedora: un puesto en introducción de datos con un sueldo superior al promedio de su paÃs.
Sin embargo, al llegar a Tailandia, fue transportado contra su voluntad a un campamento en Myanmar, donde fue sometido a torturas fÃsicas y psicológicas por negarse a participar en las estafas.
Ravi relata condiciones de vida extremas: dÃas laborales de hasta 22 horas, agua contaminada como única fuente de hidratación y castigos atroces para quienes no alcanzaban los objetivos.
«Estuve 16 dÃas en una celda por no obedecerles. Sólo me dieron agua mezclada con colillas y ceniza para beber».
En situaciones extremas, los lÃderes de los campamentos recurren a la violencia sexual como método de control y coerción. Las posibilidades de escapar son escasas y costosas, ya que las redes delictivas demandan rescates exorbitantes que las familias de las vÃctimas no pueden solventar.
La maquinaria del fraude global
Las operaciones de estas redes criminales se dirigen principalmente a vÃctimas en paÃses occidentales, donde los estafadores se hacen pasar por intereses románticos o asesores financieros. Aunque China sospecha que hasta 100.000 de sus ciudadanos podrÃan estar atrapados por estas redes, usándose principalmente contra personas de su propia nación.
Los trabajadores son forzados a construir relaciones de confianza a través de redes sociales y aplicaciones de mensajerÃa para convencer a sus objetivos de invertir en plataformas de trading fraudulentas. Al principio, los estafadores devuelven algunas ganancias para simular legitimidad, pero finalmente huyen con la totalidad del dinero.
En 2023, solo en Estados Unidos, las estafas románticas generaron pérdidas superiores a 652 millones de dólares, según el FBI. Esta cifra, aunque impactante, representa solo una pequeña parte de lo que estas redes obtienen a nivel mundial.
Impunidad, complicidad y primeras respuestas
La expansión de estos campamentos se debe en gran parte a la corrupción y el caos polÃtico regional. En Myanmar, el golpe militar de 2021 ha facilitado estas operaciones, donde grupos armados locales y oficiales corruptos ofrecen protección a cambio de sobornos.
En Camboya, incluso senadores han sido implicados en la gestión de estos campamentos, lo que ha llevado a sanciones por parte de los EE.UU. En ciudades como Sihanoukville, antiguas instalaciones de casinos ahora son fortalezas para operaciones de ciberestafa, rodeadas de muros altos, alambradas y vigilancia armada constante.
A pesar de la magnitud del problema, los esfuerzos internacionales comienzan a mostrar resultados. Un grupo de trabajo internacional liderado por China, junto con paÃses del valle del rÃo Mekong, anunció recientemente el rescate de 160 personas y la detención de más de 70.000 sospechosos vinculados con estas actividades.
Además, la cooperación entre policÃas y bancos en paÃses como Singapur ha evitado fraudes valorados en más de 74 millones de dólares en solo dos meses. Sin embargo, los expertos señalan que una solución verdaderamente efectiva requiere un enfoque integral, especialmente en la regulación de criptomonedas, principal medio de transferencia para estas redes.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
En Genbeta | Acepta un trabajo de informático, se muda de paÃs y acaba en un campo de esclavos forzados a ciberestafar: es un problemón real
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