Comencemos desde el inicio: aunque pueda parecer obvio, en la Edad Media hacÃa frÃo. No era un frÃo extremo, al menos en Europa, ya que se vivió un periodo conocido como el «óptimo climático», el cual mejoró significativamente las condiciones de vida de los europeos de esa época. Sin embargo, alrededor del año 1300, todo cambió drásticamente: comenzó la llamada pequeña Edad de Hielo.
Este cambio climático trajo consigo calamidades. No solo el frÃo, sino también epidemias y la pérdida total de cosechas afectaron a las poblaciones europeas, que carecÃan de la tecnologÃa necesaria para calentar sus hogares sin exponerse a peligros.
Sin radiadores, chimeneas o cristales en las ventanas, las viviendas del continente se convertÃan en trampas insalubres con numerosos riesgos asociados.
¿Cómo se mantenÃan calientes? Esta es la pregunta que plantea la historiadora y divulgadora Nuisia Raridi. A pesar de todo, las frÃas temperaturas del oeste de Europa en esa época debieron ser implacables. Raridi explica que «las casas estaban constantemente invadidas por corrientes de aire».
Se trataba de un tiempo en el que habÃa que elegir entre permitir el paso de la luz y del frÃo, o evitar ambos.
¿No existÃan las ventanas? Claro que existÃan, pero eran pequeñas y generalmente carecÃan de cristales. Raridi menciona que el vidrio para ventanas «apareció en las catedrales hacia el siglo X». Antes de eso, y durante bastante tiempo después, era común ver iglesias que utilizaban basalto para intentar resolver el problema de la luz.
El inconveniente del vidrio era su alto costo.
En realidad, no fue hasta después del año 1300 cuando las técnicas mejoraron y el frÃo se intensificó, que comenzaron a usarse en residencias particulares, especialmente en las casas más acomodadas.
¿Y qué hay del fuego? ¿Por qué no habÃa chimeneas? Según la investigación de Raridi, «las chimeneas, tal como las conocemos hoy, no se desarrollaron antes del siglo XIII». Hasta entonces, las familias encendÃan fogatas en el centro de sus viviendas, causando que el humo llenara el espacio y saliera por donde podÃa.
Otro problema: el mal aislamiento de las viviendas. «Las casas medievales, a menudo construidas en madera, presentaban un deficiente aislamiento», lo que suponÃa «un verdadero desafÃo durante los meses más frÃos». Por eso, los tapices, las alfombras y las camas con dosel se hicieron populares, siendo estas últimas extremadamente prácticas, ya que las cortinas que las rodeaban ayudaban a retener el calor y proteger del frÃo.
Vale la pena recordar que durante siglos, los europeos dormÃan dentro de armarios como medida para combatir el frÃo.
FrÃo y calor a través de los siglos. Aunque hoy en dÃa los debates paleoclimáticos son relevantes por el cambio climático, no tenemos mucho que aprender de las técnicas medievales para combatir el frÃo. Sin embargo, comprender nuestro pasado siempre es útil para expandir la imaginación sobre las formas de vida humana.
Imagen | Krzysztof Kowalik
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