Carmen MartÃn Gaite escribió hace medio siglo en ‘RetahÃlas’ que «somos eso: no lo que pensamos ni lo que nos da miedo ni lo que nos preocupa, sino lo que vamos a hacer». Esta afirmación, que resuena especialmente en los últimos dÃas del año, parece hoy más vigente que nunca.
Nuestra existencia se ha convertido en una serie interminable de metas, planes y proyectos. Cada instante se vive como una competencia personal. Esto se asemeja a lo que la escritora salmantina definió como «ese veneno de los proyectos».
La buena noticia es que un creciente número de personas ha comenzado a liberarse de la presión de los objetivos constantes.
El moderno concepto del «sentido de la vida»
Clark Tibbs
La noción moderna de darle un sentido a la vida tiene sus raÃces en las transformaciones sociales que ocurrieron durante el Romanticismo del siglo XIX. Esta idea de vida llena de objetivos y proyectos es más bien un fenómeno contemporáneo.
Aunque históricamente los humanos siempre han tenido metas, antes se entendÃan como algo dado por la naturaleza. La búsqueda personal de estos fines no era algo individual y único como lo conocemos hoy.
Durante la Edad Media, la sociedad se veÃa como un cuerpo donde cada clase social tenÃa un papel funcional. Sin embargo, en los siglos XVI y XVII, esta visión cambió. La sociedad comenzó a percibirse como un barco, donde se discutÃa sobre su rumbo y propósito.
Este cambio afectó también cómo se percibe la vida individual. Hoy entendemos que el sentido de la vida es algo profundamente personal, moldeado por nuestras experiencias y aspiraciones únicas.
Gente buscando escapar de la presión de ser «productivos»
De esta visión de la vida como un conjunto de proyectos y ‘productividad personal’ es de donde muchas personas están tratando de escapar. Un enfoque novedoso propone reemplazar ‘objetivos’ por ‘tareas’.
Estas ‘tareas’ no son las tÃpicas que podrÃas gestionar con una aplicación, sino más bien acciones que, como sugirió William Worden, nos ayudan a restaurar nuestro equilibrio y avanzar en la vida satisfactoriamente.
Esto implica dejar de vernos como ‘artesanos de nuestra propia vida’, sino enfocar nuestra existencia hacia una vida bien hecha simplemente por el placer de vivirla, como mencionaba Richard Sennett.
Este concepto no es nuevo. Tradicionalmente, en la filosofÃa confuciana, la vida virtuosa es una dedicada a los rituales cotidianos que aportan cohesión y armonÃa.
Otras tradiciones, como la monástica cristiana o el sufismo, también valoran la práctica de rituales como una forma de vida. Sin embargo, esta riqueza ritual se ha perdido en gran medida en el mundo occidental contemporáneo.
¿Qué implica esto en la práctica?
Hay diversas maneras de adoptar este enfoque. Algunos utilizan frameworks más complejos para «comprometerse con lo importante», ganar autonomÃa o cultivar la serenidad. La vÃa más sencilla, sin embargo, es la «ritualización»; es decir, introducir rituales en la vida diaria.
Bradd Shore, antropólogo, decÃa que el ritual es una herramienta humana sumamente poderosa. Es una rutina enriquecida con significado, que va más allá de ser simplemente efectiva o repetitiva.
Los rituales, ya sean religiosos, culturales o personales, ayudan a crear un sentido de pertenencia, propósito y bienestar emocional. La verdadera clave radica en encontrar prácticas que nos proporcionen estabilidad emocional, desconectándonos de la presión constante de los objetivos.
Imagen | Lala Azizli
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