La abundante financiación de China parece haber llegado a su fin. Pekín ha dejado de ser esa fuente inagotable de recursos para proyectos de infraestructura, y ahora demanda el retorno de sus inversiones.
Importancia del cambio. Desde 2013, China ha inyectado más de 800.000 millones de dólares en 150 países a través de su iniciativa de la ‘Ruta de la Seda’. Sin embargo, el 60% de esos préstamos está vinculado a países que enfrentan serios problemas financieros.
La realidad. Los pagos anuales de deuda superan ya los préstamos frescos que China otorga. Esto marca el fin de su modelo expansivo, transformando al país de un generoso prestamista a un exigente acreedor.
Estrategia diferenciada. China clasifica a sus deudores en dos grandes grupos y ofrece soluciones diferentes a cada uno:
- Grandes deudores (80% del total): Beneficiados con rescates y facilidades financieras. Incluyen países como Pakistán, Sri Lanka, y Venezuela.
- Pequeños deudores (20% restante): Solo reciben extensiones de pago sin nuevos fondos. Incluye a Zambia, Ghana y Mongolia.
Para los primeros, el apoyo de China no es por altruismo, sino por proteger sus propios intereses financieros. Los pequeños deudores, por otro lado, no cuentan con el mismo respaldo.
Muchos de ellos quedan a la deriva.
Contexto. En 2015, solo dos años después de iniciar su estrategia, los problemas comenzaron al desplomarse los precios de materias primas.
La pandemia de COVID-19 agravó la situación, seguida por la guerra en Ucrania y el aumento de los tipos de interés a nivel mundial.
Lecciones del pasado. China sigue el camino de bancos occidentales de las décadas de los ochenta y noventa, que después de prestar ampliamente tras las crisis del petróleo, exigieron estrictos ajustes estructurales.
Así, China pasa de ser un «socio estratégico» a un acreedor prioritario que busca fortalecer su posición financiera sobre la estabilidad de sus deudores.
Impacto en España. Esta transformación afecta a España en tres áreas clave:
- Grandes empresas de construcción e ingeniería españolas pierden acceso a grandes proyectos en África y Asia que antes eran financiados por China.
- La inversión china en España será más selectiva: se buscarán retornos inmediatos, especialmente en sectores como energía y tecnología.
- La inestabilidad en países africanos y latinoamericanos, donde operan empresas españolas, aumenta el riesgo financiero y político, dificultando sus operaciones.
Conclusión. China ha evolucionado de ser una potencia emergente a una establecida, reflejado en su política financiera actual.
- Su proyecto de la Ruta de la Seda fue una forma de ganar influencia mundial a través de inversiones estratégicas.
- Ahora, con esa influencia asegurada, China actúa como un acreedor maduro, exigiendo el pago de deudas.
Nos encontramos ante el final de una era y el inicio de un nuevo orden financiero global, más estable pero también más riguroso.
Imagen destacada | f erickin en Unsplash
Deja una respuesta