La Segunda Guerra Mundial nos evoca imágenes de enfrentamientos colosales, impresionantes operaciones y memorables escaramuzas. Aunque estas gestas de magnitud son reales, nuestras percepciones están moldeadas en gran medida por el cine y los videojuegos. Crear una película de espías o un largometraje como ‘Salvar al Soldado Ryan’ es relativamente sencillo, pero… ¿una cinta sobre tanques inflables o palomas guiando misiles? Eso supone un desafío mayor.
En tiempos de desesperación, cualquier idea es válida. Mientras los estadounidenses diseñaban una bomba de murciélagos para incendiar hogares japoneses, los británicos concibieron una táctica que podría parecer absurda, pero que tenía su lógica: llenar ratas con explosivos plásticos con la esperanza de que causaran explosiones en instalaciones nazis.
Los alemanes detectaron el truco inmediatamente, pero lejos de considerarse un fracaso, el descubrimiento de las ratas bomba convirtió la operación en un éxito.
Exploding kittens rats
El año 1941 fue crucial en la Segunda Guerra Mundial. Los nazis aprobaron la invasión de la Unión Soviética, los japoneses atacaron Pearl Harbor, Estados Unidos se sumó oficialmente al conflicto y comenzó la deportación sistemática de judíos hacia campos de exterminio.
Con múltiples frentes abiertos, el conflicto se volvió mundial, pero los británicos ya llevaban tiempo enfrentándose a los nazis. Los primeros meses fueron caóticos, con bombardeos británicos en territorios alemanes y devastadores ataques aéreos alemanes sobre ciudades británicas como Liverpool, Manchester, Birmingham y especialmente Londres, que soportó bombardeos nocturnos durante casi dos meses.
Además de las confrontaciones aéreas, la guerra se libraba en tierra, y uno de los planes de la inteligencia británica consistía en el sabotaje industrial. Dañando fábricas, Alemania vería mermada su capacidad bélica. Así, la Oficina de Operaciones Especiales británica, conocida como SOE, planteó la idea de diseminar ratas bomba cerca de las infraestructuras alemanas.
No bastaba con poner una «mochila» explosiva a una rata y dejarla suelta: el plan era conseguir ratas muertas, abrirlas, vaciarlas, llenarlas de explosivo plástico, colocar un detonador que sobresaliera por el ano y situarlas estratégicamente cerca de las calderas de fábricas y otros edificios clave de los nazis.
¿El propósito? Que los trabajadores, al encontrar una rata, optaran por lanzarla a las calderas para deshacerse de ella rápidamente, provocando una explosión que dañara la estructura y frenara la máquina de guerra nazi. La lógica detrás de esto era que los trabajadores evitarían simplemente descartar las ratas debido al riesgo de enfermedades, prefiriendo una cremación rápida en la caldera. Se crearon cientos de estas ratas.
Sin embargo, los nazis lograron interceptar el primer envío de estas ratas cargadas de explosivos antes de que pudieran ser desplegadas. Curiosamente, este revés tuvo un impacto mayor que si las ratas hubieran sido utilizadas tal como se planeaba.
Y es que al descubrir la táctica, los nazis comenzaron a cuestionarse cuántas ratas explosivas podrían haber pasado desapercibidas antes de esa intercepción. Esta incertidumbre generó una paranoia más potente que las propias ratas, dado que las fuerzas alemanas iniciaron búsquedas exhaustivas de dispositivos similares y cualquier rata muerta se convirtió en motivo de inquietud. ¿Era una simple rata o una amenaza latente?
A pesar de que ninguna rata llegó a explotar, la operación se calificó como un éxito psicológico debido al nivel de paranoia que indujo en las filas alemanas. Este tipo de sabotaje inusual obligó a los nazis a desviar recursos para enfrentar amenazas similares. En los informes oficiales del SOE se menciona que el dispositivo “causó considerables problemas al enemigo, aunque no de la manera prevista”.
En definitiva, fue una herramienta eficaz de guerra psicológica, logrando que los alemanes dedicaran esfuerzos a contrarrestar una amenaza inexistente. Como reconoció el SOE, “el problema que las ratas causaron a los nazis fue un éxito mayor para nosotros que si las ratas hubiesen sido utilizadas realmente”.
Hoy, este episodio se recuerda como una curiosidad histórica o un raro objeto de colección, al igual que la rata de la imagen que se vendió en 2017 por más de 1.800 dólares. También se reconoce como una idea menos descabellada que la de las palomas piloto o los murciélagos incendiarios.
Imágenes | Charles Merrell, The National Archives, Bonhams
Deja una respuesta