Las recientes 48 horas en Ucrania han sido testigos de eventos y decisiones que podrían alterar de manera significativa la dinámica del conflicto. Rusia ha llevado a cabo uno de los ataques más intensos hasta ahora, utilizando un gran número de drones y misiles. Mientras tanto, Kiev sigue esperando recibir el apoyo de Estados Unidos en forma de sistemas defensivos como los Patriots, esenciales para hacer frente a las arremetidas rusas. En este contexto, Occidente ha tomado una medida que podría cambiar el juego.
El renacer del Tu-95. En las primeras horas del 26 de marzo, Rusia lanzó su ofensiva aérea más fuerte de los últimos tiempos, utilizando diez bombarderos Tu-95MSM para desplegar misiles de crucero Kh-101 sobre Ucrania. Seis de estos aviones partieron de la base aérea de Olenya, cerca de la frontera con Finlandia, mientras que los otros cuatro despegaron desde Engels, en el corazón de Rusia.
Las rutas de los misiles atravesaron Járkov, Sumy y Poltava rumbo a Kiev, coincidiendo con un aumento significativo de tropas rusas en el noreste del frente. Este despliegue resalta la importancia renovada del Tu-95 en la estrategia aérea rusa, pese a su origen en la era soviética, ya que este bombardero data de 1950.
Capacidades intercontinentales. Sin embargo, tan significativas como la plataforma son las armas que lleva. Cada Tu-95MSM puede transportar hasta ocho misiles Kh-101, capaces de cubrir más de 5.000 kilómetros permitiendo atacar objetivos en toda Ucrania sin salir del espacio aéreo ruso. Equipados con tecnología furtiva y contramedidas electrónicas, estos misiles se han convertido en un pilar del ataque ruso.
A pesar de su elevado costo y la existencia de opciones más económicas y de menor alcance, Rusia prevé aumentar la producción a 600 unidades anuales para 2025, mostrando su apuesta por mantener una presión estratégica sostenida mediante ataques de precisión a larga distancia.
Tu-95
Ucrania en una encrucijada. Por su parte, Ucrania enfrenta una fase crítica en su defensa aérea ante el aumento de los ataques con misiles balísticos rusos, valorados por su velocidad, poder destructivo y dificultad de intercepción. Estos proyectiles, que han devastado gran parte de la infraestructura energética en Ucrania, evidencian la falta de sistemas Patriot, los únicos realmente efectivos contra ellos.
A pesar de tener unidades Patriot en Kiev, Ucrania no pudo interceptar ninguno de los nueve misiles balísticos rusos recientes, causando una amenaza constante que ha cobrado decenas de vidas solo en lo que va de 2025, incluidas ciudades como Sumy y Kryvyi Rih.
Estados Unidos: promesas no cumplidas. Con el cambio de administración en Estados Unidos, la política de ayuda militar ha tomado un giro. Aunque Trump criticó los recientes ataques rusos y calificó a Putin de “loco”, no anunció nuevas ayudas, y Marco Rubio, su secretario de Estado, afirmó que “no contamos con más Patriots para enviar”.
En lugar de proporcionar directamente más armas, Washington está instando a sus aliados europeos a que compartan su propio inventario, algo que también enfrenta resistencia, ya que ningún país quiere comprometer su propia defensa. Raytheon, fabricante de los Patriots, aún no ha podido incrementar su producción lo suficiente como para satisfacer la demanda tras 2022. Con este nuevo enfoque, parece que Ucrania tendrá que ajustar su estrategia hacia un modelo más transaccional donde la defensa es una cuestión de negociación, no de concesión.
Occidente rompe barreras. En un sorprendente movimiento, Alemania, junto con Reino Unido, Francia y Estados Unidos, ha decidido eliminar las restricciones de alcance en las armas que ofrece a Kyiv, permitiendo que Ucrania ataque objetivos militares dentro de Rusia. El canciller alemán, Friedrich Merz, anunció esta decisión tras el ataque ruso con drones, subrayando la necesidad de permitir a Kyiv una respuesta fuerte.
Este cambio de postura marca una ruptura con el cauteloso temor a provocar una escalada con Rusia, una potencia nuclear. Según Merz, esta diferencia subraya el derecho de Ucrania a la defensa frente a los ataques directos contra civiles perpetrados por el Kremlin.
Puertas abiertas a nuevas estrategias. Aunque Merz no detalló si Alemania enviaría misiles Taurus de largo alcance, existe una expectativa de que pronto se podrían anunciar. Desde su llegada al poder, el enfoque de Merz ha sido pragmático y reservado, sugiriendo que la transparencia total puede perjudicar la seguridad nacional.
En Berlín, la expectativa crece sobre un próximo anuncio respecto al aumento en el suministro de armamento, especialmente con la visita inminente del presidente Zelenski a Alemania. El timing sugiere que Alemania está dispuesto a dar el paso, pero de forma coordinada con sus aliados.
Redefiniendo líneas rojas. La eliminación de las barreras de alcance significa un cambio respecto a la narrativa inicial de Occidente de evitar que Ucrania lance ataques dentro de Rusia. Sin embargo, la falta de cooperación de Moscú y la agresividad de sus ataques han hecho que esas líneas rojas pierdan su significado.
Para Merz y sus aliados, la disuasión ahora se centra en darle a Kyiv los medios para disuadir a su agresor, cambiando la lógica del conflicto: permitir ataques más allá de las fronteras ucranianas se ve ahora como una vía para acelerar la resolución del conflicto, no como una amenaza de ampliar la guerra.
Sin horizonte de paz. Además, la nueva postura occidental se produce en un momento en que las esperanzas de un acuerdo negociado parecen desvanecerse. Merz ha sido crítico con Putin, acusándolo de interpretar cualquier oferta de paz como una muestra de debilidad. Incluso, la potencial mediación del Vaticano fue rechazada por Moscú.
Ante esta situación, Merz advirtió que Occidente ha agotado todas las vías diplomáticas salvo «izar la bandera blanca». Su mensaje es claro: si ni siquiera una propuesta del Papa es aceptada, es hora de prepararse para un conflicto prolongado, uno que podría durar más de lo previsto.
Imagen | IToldYa, Marina Lystseva
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