En octubre de 2024, Pyongyang reveló sus planes para competir en la arena del turismo mundial. Aunque solo hay un Benidorm, Corea del Norte anhela seguir el ejemplo de aquellas economÃas donde el turismo es clave. Su innovador proyecto, Wonsan-Kalma, está a punto de materializarse, pero enfrenta el desafÃo de llenar su enorme capacidad hotelera.
Un resort colosal. Este proyecto turÃstico en la penÃnsula de Kalma, en la costa oriental norcoreana, aspira a ser uno de los complejos vacacionales más grandes del mundo, con una capacidad estimada de entre 7.000 y 20.000 habitaciones. Con una visión de ciudad turÃstica desde cero, Wonsan Kalma representa el mayor proyecto turÃstico promovido por el régimen, aunque ha enfrentado retrasos por sanciones y la pandemia. Su apertura está prevista para junio, con una tÃmida reapertura al turismo internacional, pero su éxito financiero es incierto.
El lÃder norcoreano, Kim Jong Un, no solo considera el complejo como un medio para obtener moneda extranjera, sino también como un sÃmbolo del poderÃo y modernidad del paÃs. Sin embargo, el atractivo real del lugar es cuestionable. Expertos como Bruce W. Bennett y Marcus Noland han expresado sus dudas sobre si logrará atraer suficiente turismo extranjero para justificar la enorme inversión.
El turismo como herramienta estratégica. Pese a que el complejo buscaba atraer turistas surcoreanos, las tensiones diplomáticas lo impiden. En cambio, agencias rusas han comenzado a ofrecer paquetes para ciudadanos de Vladivostok, aunque el entusiasmo es escaso, ya que prefieren destinos como Tailandia o Dubái.
El régimen podrÃa usar el resort como un mecanismo interno de control y recompensa, con áreas reservadas para delegaciones y suites presidenciales. Insider sugiere que podrÃa servir de incentivo para ciudadanos leales, pero el acceso estará estrictamente regulado para evitar el contacto con extranjeros. Esta barrera subraya el enfoque propagandÃstico del complejo, similar a otros proyectos del paÃs.
DesafÃos estructurales. El proyecto enfrenta las limitaciones tÃpicas del régimen, como la falta de experiencia en el sector hotelero y una censura estatal que dificulta ofrecer una experiencia turÃstica auténtica. El Ryugyong Hotel, un monumento a los excesos fallidos del paÃs, permanece como una advertencia de los proyectos ambiciosos sin sustento.
Incluso si el resort se presenta con lujo y modernidad, la falta de turistas podrÃa convertirlo en otra herramienta de propaganda. Además, el temor de Kim al flujo libre de información complica el desarrollo de un turismo competitivo.
Una carta diplomática en juego. Este complejo también podrÃa desempeñar un papel diplomático. En 2018, Trump sugirió a Kim que explotara sus «grandes playas» para el desarrollo económico. AsÃ, el resort podrÃa convertirse en un sÃmbolo en futuras negociaciones, especialmente si Corea del Norte busca reconocimiento como potencia nuclear. Siempre existe la posibilidad de que Kalma se utilice como un signo de apertura o para reforzar el culto al liderazgo.
Para Kim Jong Un, este «Benidorm» puede ser más que un destino turÃstico: una declaración polÃtica al mundo.
Imagen | Diego Delso, Clay Gilliland
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