El panorama del mercado petrolero global ha sido complejo durante meses, caracterizado por intentos fallidos de estabilización, tensiones comerciales y una OPEP+ cada vez más fragmentada. Esta situación ha llevado el precio del crudo cerca de los 60 dólares por barril, un nivel insuficiente para la rentabilidad de muchos productores. A esta situación se ha sumado una nueva presión: China ha comenzado a producir su propio petróleo, lo que ha llevado a Arabia Saudí a reafirmar su liderazgo.
En resumen. Arabia Saudí ha optado por aumentar su producción de petróleo por segundo mes consecutivo, junto con otros siete países de la OPEP+. Según Reuters, la organización incrementará su oferta en 411.000 barriles diarios a partir de junio, lo que ha generado una caída inmediata en los precios: el Brent ha caído más de un 4%, situándose por debajo de los 59 dólares, y el WTI ha descendido a los 56 dólares.
Esta medida ha sido vista por algunos analistas como un indicio de una reconfiguración energética. No obstante, no todos la interpretan como un conflicto abierto por la participación en el mercado. Giovanni Staunovo, analista de UBS, sugiere que esta acción es parte de una «reducción gestionada» de recortes previos, en lugar de una ofensiva directa. Sin embargo, el mercado ha reaccionado con nerviosismo, como si un exceso de oferta fuese inminente.
Costos más bajos. Arabia Saudí ha dejado claro que está dispuesta a aceptar precios más bajos del crudo, incluso si eso implica presionar sus propias finanzas, según informa Financial Times. La cuestión es por qué se ha decidido por esta estrategia. La experta en energía, Helima Croft, plantea que Riad busca disciplinar a ciertos miembros problemáticos del grupo, como Kazajistán, Irak y los Emiratos Árabes Unidos, quienes han superado sus cuotas de producción. Al inundar el mercado y forzar la baja de precios, el mensaje es claro: si no cooperan, todos sufrirán.
Más piezas del rompecabezas. Esta táctica de bajar los precios busca sacar del juego a los productores de mayor costo, específicamente Estados Unidos. Javier Blas, analista en energía, explica que esta estrategia ya se utilizó en 2014 y 2016. En ese momento, el entonces ministro saudí de Petróleo, Ali al-Naimi, fue contundente: «las empresas estadounidenses podían recortar gastos, endeudarse o cerrar si el barril caía por debajo de los 50 dólares». Actualmente, con el WTI rondando los 56 dólares, el mensaje persiste: si el fracking no puede sostenerse a estos precios, quedará fuera del mercado.
Efectos secundarios. Sin embargo, este movimiento también afecta a sus propios aliados. Según Financial Times, Rusia, un socio clave en la alianza OPEP+ desde 2016, necesita precios altos para equilibrar su economía. En este sentido, Arabia Saudita está dispuesta a enfrentar los daños colaterales, incluso si esto afecta a Moscú, que podría estar acercándose a Washington en el tablero geopolítico. La confianza mutua se ha debilitado, y Riad parece estar tomando precauciones.
Sanciones internacionales. Arabia Saudita también podría estar anticipando el posible regreso al mercado de dos rivales sancionados: Irán y Venezuela. Según Bloomberg, si la Casa Blanca decide relajar las restricciones, quizás como parte de negociaciones con Teherán, estos países podrían volver a exportar grandes volúmenes de petróleo. Riad, consciente de que no puede detener esta ola, habría optado por incrementar su producción ahora, antes de que sea necesario redistribuir las cuotas dentro de la OPEP+ y se le requiera ceder espacio.
Además, Jorge León, analista de Rystad Energy, ha descrito la situación como “una bomba lanzada sobre el mercado petrolero”. Si el aumento de producción de abril fue una advertencia, esta nueva decisión es “un mensaje definitivo” de que Arabia Saudita ha cambiado su enfoque, priorizando la cuota de mercado sobre los precios altos.
El mensaje de Arabia Saudí. La postura de Riad es clara y contundente: ha pasado de proteger los precios a defender su cuota de mercado, sin importar el costo. Si para recuperar el control debe forzar precios que eliminen a los más débiles, disciplinar a sus aliados y anticiparse a rivales sancionados, lo hará. La estrategia es evidente: es preferible enfrentar el dolor ahora, que la irrelevancia en el futuro.
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