En marzo, Estados Unidos anunciaba con gran resonancia un cambio estratégico significativo para Boeing: le otorgaron el contrato por un nuevo dispositivo que promete devolver a Washington una posición de liderazgo en tecnologías militares. Se trata del F-47, diseñado para reemplazar al F-22 y superar su alcance, situando a este nuevo caza en el centro de las consideraciones de cualquier adversario de Estados Unidos.
Sin embargo, no es el F-47 lo que parece preocupar más a China. Curiosamente, el temor se centra en un veterano con más de siete décadas en servicio.
Ascendencia Tecnológica. Desde la Academia de Alerta Temprana del EPL en Wuhan, un estudio ha señalado que el B-52 Stratofortress, una pieza histórica de la Guerra Fría, es la plataforma de ataque nuclear más amenazante de Estados Unidos, superando a cazas modernos como el F-35A y bombarderos invisibles como el B-2 Spirit.
Este análisis, publicado en “Modern Defence Technology”, simuló una operación aérea contra objetivos navales o terrestres en China, en el contexto de un contraataque aéreo estadounidense. Sorprendentemente, el B-52H emergió como el principal peligro durante las fases de despliegue, penetración y ataque. Su secreto reside en la capacidad de llevar hasta cuatro bombas nucleares tácticas B61-12, junto con continuas actualizaciones en radar y guerra electrónica.
Vigencia Oculta. A pesar de su edad, las bombas B61-12, con una fuerza equivalente a 300 toneladas de TNT, son fundamentales para la disuasión y podrían emplearse para neutralizar puntos críticos y sistemas de denegación de acceso (A2/AD) si surge un conflicto. El B-52H destaca por su capacidad de carga, autonomía operativa y la durabilidad de sus sistemas actualizados.
Los expertos chinos concluyen que, en un escenario de ataque nuclear limitado, este bombardero antiguo ofrecería el mayor «valor estratégico» para Estados Unidos. Incluso citan una moción del Congreso para restaurar la capacidad nuclear de unas 30 unidades del B-52H, subrayando su importancia táctica en la actualidad.
Bombas B61 en un portabombas
Deterrencia Aérea. Los investigadores del EPL no solo identificaron amenazas, sino que propusieron respuestas, como fortalecer la vigilancia, interceptación y defensa aérea a lo largo de rutas estratégicas. Además, recomendaron mejorar la inteligencia militar para distinguir ataques aéreos convencionales o nucleares, considerando la dualidad de muchas plataformas estadounidenses.
Para enfrentar cazas como el F-35A o bombarderos como el B-2, sugirieron el uso intensivo de guerra electrónica y ciberataques para afectar su navegación y comunicaciones. También se listaron objetivos prioritarios según su amenaza, con el E-3 Sentry como clave en escenarios convencionales, mientras que aviones como el C-17 o el B-1B fueron considerados menos peligrosos por su rol limitado y sistemas obsoletos.
Precisión Estratégica. Finalmente, el estudio evitó modelos basados en inteligencia artificial debido a preocupaciones sobre su opacidad, optando por métodos basados en teoría de juegos y juicio humano fundamentado en datos objetivos. La evaluación de amenazas usó información técnica sensible sobre sistemas de Estados Unidos y China, aunque sin especificar las fuentes.
Se mencionó que aeronaves como el B-2 y el F-22 tienen una sección transversal de radar mínima, permitiendo su detección por radares chinos hasta 400 km. Esta precisión técnica se alinea con el rápido desarrollo chino de misiles hipersónicos antiaéreos capaces de interceptar a más de 1.000 km, reflejando una estrategia de negación regional que China ha fortalecido en áreas como Taiwán y el Mar de la China Meridional.
Lo Nuclear y Taiwán. El análisis no parece ser un ejercicio arbitrario. En un ensayo reciente, el ex subsecretario de Defensa de EE.UU., James Anderson, advirtió que una crisis futura en Taiwán probablemente incluiría amenazas nucleares de China, a pesar de su política de «no primer uso».
En este marco de tensión creciente y avances tecnológicos bilaterales, el reconocimiento del B-52 como la amenaza nuclear más seria redefine las percepciones estratégicas entre las grandes potencias y destaca cómo, en plena era de drones y guerra cibernética, un gigante del siglo XX sigue siendo el mayor portador del apocalipsis.
Imagen | U.S. Air Force, United States Department of Defense
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