En 2025, se prevé la instalación de más de 120 nuevos radares en España. La ubicación de estos radares fijos es de dominio público y su objetivo es claro: asegurar que los conductores mantengan los límites de velocidad. Algunos de estos radares no están equipados con la maquinaria necesaria y cumplen un papel meramente disuasorio. Inspirado por esta última función, un habitante de un pequeño pueblo francés decidió colocar un radar casero ante el excesivo tráfico de su calle.
El artefacto, aunque rudimentario y de plástico, resultó sorprendentemente eficaz, al punto de captar la atención del alcalde.
El falso radar. En Francia, existen varios tipos de radares fijos, que son grandes cajas de colores neutros adornadas con una cinta amarilla y negra. Uno de estos modelos es de forma cilíndrica y está diseñado para distinguir entre distintos tipos de vehículos y carriles. Este tipo de radar fue el que el vecino anónimo de Bezannes decidió replicar.
El pasado 22 de enero, un nuevo radar apareció en la avenida Jean Monnet, donde el límite de velocidad es de 30 km/h. A pesar de que el ayuntamiento no informó de su instalación, el radar se encontraba ahí, en la mediana de una vía altamente transitada. Su apariencia imitaba perfectamente a los radares HGV, reproduciendo incluso las ventanas para los sensores, con lo cual el vecino lo diseñó con la intención de que pareciera auténtico.
Seguridad sin coste. Un testigo comentó que, aunque el radar se ve falso de cerca, desde lejos podría confundirse con uno real. También confesó que al verlo por primera vez redujo la velocidad, ya que “nadie conduce a esa velocidad” y no comprendía el límite establecido.
Bezannes, un pequeño pueblo con poco más de 1.200 habitantes, está conectado a la ciudad de Reims, que cuenta con cerca de 180.000 habitantes. Esta avenida, por tanto, maneja un importante volumen de tránsito y tiene un límite de velocidad de 30 km/h, un cambio respecto al anterior límite de 50 km/h debido a dos pasos de peatones.
Aprobación desde la alcaldía. Sorprendentemente, la idea del radar falso encontró el favor del alcalde. Informado por la policía sobre el nuevo elemento en la calle, el alcalde Dominique Potar comentó que el radar estaba “bastante bien hecho”. Se preguntó si era obra de un bromista o de un ciudadano consciente que deseaba mejorar la seguridad vial a su manera.
Potar concluyó señalando que tal vez debían felicitar al autor del radar, ya que había tenido un impacto real en la reducción de la velocidad del tráfico. Indicó que en ocasiones la velocidad superaba en 100 km/h el límite, por lo que instalaron badenes que ayudaron a disminuirla, aunque algunos conductores seguían excediéndose. A veces colocan radares espía para medir infracciones, pero carecen de efecto disuasorio.
Fin inesperado. Aunque se sugirió trasladar el radar a otro lugar de la ciudad, no todos valoraron esta iniciativa. Prueba de ello es que, al poco tiempo, el radar fue derribado por alguien que intentó destruirlo.
Legalidad de los radares falsos. Aunque el radar resultó ser rudimentario, cumplió su función de advertir sobre la velocidad excesiva, mostrando que solo respondemos cuando se nos afecta económicamente. Curiosamente, estos radares ficticios no son raros. En Francia, cualquier persona puede colocar uno en su propiedad.
Son iniciativa de vecinos preocupados por la velocidad elevada en sus barrios. Existen ejemplos como el radar de Bezannes y otros, como un buzón camuflado de radar. Según su propietario, funciona, aunque ha tenido que fijarlo al suelo porque ha sido derribado. También existen réplicas más avanzadas que simulan ser un radar real, con cámaras y flash incluidos.
Imagen destacada | Marc Mongenet
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