En la dieta mediterránea, el sorgo no es un protagonista común. Sin embargo, su potencial es prometedor gracias a características únicas que podrían transformar su popularidad. Una de sus principales ventajas es la ausencia de gluten. Además, su destacada resistencia lo convierte en un candidato ideal para adaptarse a diferentes climas, un rasgo que está siendo estudiado por diversos investigadores.
En búsqueda de nuevas variedades. Melinda Yerka y su equipo de la Universidad de Nevada en Reno están al frente del desarrollo de 200 variantes de sorgo. Su misión es diseñar semillas más resistentes a la sequía, capaces de proporcionar nutrientes tanto para el ganado como para los humanos en un mundo con un clima cada vez más impredecible.
El cereal olvidado. A pesar de no ser un alimento habitual en nuestras mesas, el sorgo es el quinto cereal más cultivado globalmente después del arroz, el trigo, el maíz y la cebada. Según la FAO, en 2022 se produjeron aproximadamente 58 millones de toneladas de este grano, con Nigeria, Sudán y Estados Unidos como principales productores.
En los Estados Unidos, el sorgo es principalmente destinado a la alimentación animal, aunque también es apreciado en diversas cocinas de Asia y África. Como cereal sin gluten, tiene un papel importante en la gastronomía de estos países, especialmente en África, donde tiene sus raíces.
Además, el sorgo puede ser fermentado, similar al trigo y la cebada, para elaborar cervezas y también puede ser utilizado en la producción de biocombustibles.
Una resistencia notable. El equipo de Yerka resalta sobre todo la resistencia de las nuevas variedades de sorgo. Los estudios iniciales destacan su gran tolerancia a la sequía y la presencia de ciertas variedades con altos niveles de proteína y almidón fácilmente digerible.
Basándose en estos hallazgos, el equipo indica que estas semillas prosperan mejor con entre 50,8 y 63,5 centímetros de agua al año, lo cual es significativamente menor que lo requerido por otros cultivos como la alfalfa.
Un recurso para climas semiáridos. Estas variedades han sido concebidas para prosperar en las zonas semiáridas del oeste estadounidense. Sin embargo, sus creadores confían en que también puedan ser una opción valiosa para ganaderos de otras regiones con climas similares alrededor del globo, proporcionando así una alternativa alimentaria que requiere menos agua.
“Muchos alimentos diseñados para la industria láctea estadounidense enfrentan mermas en su producción por eventos climáticos adversos como heladas tardías, inundaciones, calor extremo y sequías provocadas por el cambio climático, lo que recalca la necesidad de alternativas más resistentes que puedan desarrollarse en estas condiciones”, explicaba Yerka en un comunicado oficial.
Una puerta hacia la comercialización. La Universidad de Nevada, donde opera el laboratorio de Yerka desde 2017, ha lanzado en 2023 un proyecto con el fin de comercializar los resultados de sus investigaciones, bajo el nombre de Yerka Seeds.
Imagen | Melinda Yerka / Mustapha Damilola
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