El control de minerales valiosos pertenecientes a las tierras raras está en manos de China de tal forma que su mayor amenaza no es externa, sino interna: el contrabando. En este escenario, destaca especialmente la ciudad de Baotou, epicentro de este fenómeno, donde la bonanza económica contrasta con dificultades medioambientales y sanitarias.
Una ciudad que parece común. Baotou, con 2,7 millones de habitantes y situada junto al desierto de Gobi, podría ser percibida como una típica ciudad china de rango medio. Sus centros comerciales, locales de comida y juegos infantiles lo sugieren, pero basta alejarse un poco para descubrir su verdadera esencia industrial.
Un recorrido por sus alrededores revela un paisaje marcado por fábricas y chimeneas, reflejo de su papel en uno de los sectores estratégicos más relevantes del globo.
El núcleo de las tierras raras. Baotou alberga más del 80% de las reservas chinas de tierras raras. Desde el descubrimiento de elementos como el cerio, el lantano y el samario en los años 30 en Bayan Obo, su explotación ha sido crucial para cadenas globales en industrias como la electrónica y la defensa.
En los 90, China incrementó su producción en un 450%, mientras otras naciones, como EE.UU., cerraban minas. Este monopolio convirtió a Pekín en un proveedor esencial de estos metales, y hoy, en medio de tensiones comerciales, ese control es una herramienta diplomática.
Riqueza económica vs consecuencias humanas. Según The Guardian, la riqueza mineral ha impulsado el crecimiento económico de Baotou, con un PIB per cápita notablemente alto. Sin embargo, esta prosperidad ha traído plantas procesadoras que generan desechos tóxicos, frecuentemente radiactivos, depositados en enormes balsas.
La presa de Weikuang, durante años, fue el mayor vertedero de desechos de tierras raras del mundo. Sin un revestimiento adecuado, su cercanía al río Amarillo ha tenido serios impactos, como la disminución significativa de nitrógeno amoniacal entre 2020 y 2024.
Montañas Yin a las afueras
Impacto en la salud. Estudios han revelado efectos devastadores en la salud de las comunidades cercanas, incluyendo malformaciones óseas y una alta incidencia de cáncer. La exposición a estas sustancias se ha relacionado con discapacidades motoras y alteraciones en el desarrollo neurológico.
Investigaciones de 2020 también mostraron que el polvo en las calles contiene niveles peligrosos de contaminantes, afectando gravemente a los niños de la región.
Intentos de cambio. Frente a la presión internacional, China ha buscado mejorar su imagen. En 2022, se declaró a la presa de Weikuang un humedal urbano, un supuesto refugio de aves migratorias.
No obstante, al visitar la zona se encuentra un lodazal desolado y estructuras oxidadas ocultas tras un muro de hormigón. Los nuevos desarrollos para los desplazados permanecen vacíos y los periodistas extranjeros a menudo enfrentan restricciones para interactuar con los residentes.
El costo del progreso. Baotou encarna una dura realidad: el dominio chino en tierras raras se ha logrado no solo por sus recursos geológicos, sino por políticas que permiten que las comunidades rurales paguen el costo tóxico de un progreso económico globalizado.
Este problema no es exclusivo de China, y se observa en otros sectores como la IA. Si bien hay tecnologías menos contaminantes disponibles, rara vez se aplican, ya que implicarían costos que podrían desestabilizar la posición de China.
En un tiempo de crecientes presiones y sanciones internacionales, el actual modelo extractivo subraya tanto la fragilidad ambiental como las duras prioridades geoestratégicas modernas.
Imagen | 柏尔莫华, 天王星
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