El conflicto en Ucrania está transformando radicalmente las estrategias militares conocidas, combinando tecnologías avanzadas con tácticas de tiempos pasados. Es un escenario donde se prueban innovaciones de artillería de última generación y, al mismo tiempo, se desempolvan métodos de épocas tan remotas como la Primera Guerra Mundial. Mientras Ucrania ha resucitado el “cañón Davis”, Rusia ha sorprendido al reutilizar un avión antiguo para tareas militares.
Además, un robot lanzallamas ha hecho su debut en el campo de batalla.
Reviviendo lo arcaico. Con el aumento de los ataques aéreos no tripulados por parte de Ucrania, Rusia ha optado por una estrategia inesperada: convertir el Yak-52, un avión de entrenamiento de antaño, en una plataforma de defensa contra drones. Equipado con una escopeta semiautomática y sensores bajo su ala, este avión adaptado busca derribar drones que cruzan el espacio aéreo ruso.
El avión. Renombrado como Yak-52B2, este modelo ha sido modificado para neutralizar drones de largo alcance, como el AN-196 Liutyi, que Ucrania utiliza para atacar dentro del territorio ruso. Este enfoque rememora experimentos soviéticos con una versión armada del Yak-52, que ahora revive en el contexto de esta guerra moderna.
Las modificaciones recuerdan los intentos soviéticos con el Yak-52B, una versión armada que nunca se produjo a gran escala, pero que ahora ha sido reactivada debido a las actuales exigencias del conflicto.
Solución improvisada. El Yak-52B2 es una respuesta a las crecientes limitaciones de los sistemas de defensa antiaérea rusos, que se encuentran saturados o desplazados al frente de batalla. Según declaraciones de Putin después de una serie de ataques en mayo de 2024, la defensa en Moscú es «aceptable», pero mejorable. En este escenario, un avión como el Yak-52B2, lento y económico, capaz de despegar desde pistas improvisadas, ofrece una defensa adicional para proteger infraestructuras críticas alejadas del frente.
Equipado con sensores electroópticos y un sistema de puntería, este avión es capaz de operar en misiones nocturnas o con mal tiempo, momentos en los que se suelen lanzar los drones ucranianos. Sin embargo, la elección de armamento (una escopeta calibre 12, posiblemente una Saiga) limita su eficacia, ya que el combate a corta distancia puede resultar en colisiones o explosiones prematuras de drones enemigos.
Primer plano de la torreta del sensor debajo del ala del Yak-52B2
Una nueva fase de guerra no tripulada. Mientras Rusia innova con el Yak-52B2, Ucrania ha dado luz verde a un nuevo desarrollo: el Krampus, un robot terrestre no tripulado conocido como “robot lanzallamas” por su capacidad de lanzar armas incendiarias RPV-16, que dispersan un combustible y lo encienden provocando explosiones devastadoras.
Krampus local. Con esta incorporación, Ucrania suma más de 80 tipos de drones terrestres, en una estrategia que busca aumentar la capacidad autónoma de su ejército. El Krampus, diseñado localmente, es una robusta plataforma para enfrentar infantería y vehículos ligeros en terrenos difíciles, gracias a sus motores silenciosos que le permiten avanzar sin ser detectado.
El lanzallamas utilizado Rpv 16
Efecto letal. Pueden transportarse fácilmente en vehículos, estos robots llevan cámaras de video y hasta cuatro lanzadores RPV-16. Esto les permite realizar múltiples ataques antes de necesitar reabastecimiento. Aunque no se han hecho públicos todos los detalles técnicos, se sabe que sus sistemas son resistentes a interferencias electrónicas, cruciales en un entorno donde la guerra electrónica es intensa.
Su batería le proporciona autonomía para operar durante horas o permanecer en vigilancia durante largos periodos, ampliando su eficacia en operaciones prolongadas.
Ventajas del peso y la permanencia. La introducción del Krampus marca un avance significativo en la aplicación de drones terrestres, aprovechando su capacidad para transportar cargas explosivas más grandes, limpiar minas y hasta evacuar heridos.
Su versatilidad ha impulsado el desarrollo de modelos ucranianos de UGV con ametralladoras, operativos a distancias de hasta 20 kilómetros, que trabajan en conjunto con drones de reconocimiento para detectar amenazas enemigas.
Mutación tecnológica: el pasado. La revitalización del Yak-52 y el debut del Krampus capturan la esencia de este conflicto: una mezcla de lo antiguo y lo nuevo. El Yak-52 representa un enfoque adaptativo en un conflicto moderno, donde la reinvención de recursos es clave ante la falta de superioridad tecnológica clara.
La proliferación de drones ha obligado a la aviación a reconsiderar sus métodos, mostrando cómo el ingenio se impone cuando los recursos son limitados.
Mutación tecnológica: el futuro. Por otro lado, la adopción de robots como el Krampus es un testimonio de innovación y una estrategia para reducir las bajas humanas, permitiendo que las fuerzas ucranianas mantengan la ofensiva sin depender exclusivamente de su personal.
Estos avances muestran claramente que el conflicto en Ucrania no es solo una pugna territorial, sino un laboratorio donde se redefine la tecnología militar del siglo XXI, con un guiño al pasado.
Imagen | Defense Ministry of Ukraine, VoidWanderer
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