En el verano de 2024, Apple marcó un punto de inflexión con uno de sus proyectos más audaces: la fusión de Apple Intelligence en sus dispositivos, reinventando así a Siri. La keynote llenó de expectativa a muchos que anhelaban un asistente realmente funcional, capaz de captar el entorno del usuario, proporcionar respuestas exactas y realizar tareas basadas en nuestra información personal, como gestionar entradas de conciertos, reservas hoteleras o datos del calendario. La nueva era de Siri prometía tenerlo todo al alcance.
Las reacciones fueron inmediatas y positivas. Apple presentó esta evolución como un cambio significativo, y tácitamente, como un paso imprescindible para mantenerse en la carrera por la inteligencia artificial (IA), que se intensificó con la llegada de ChatGPT en noviembre de 2022. Sin embargo, el entusiasmo se desvaneció rápido. La empresa anunció en marzo que la nueva versión de Siri no sería lanzada hasta 2026, lo que dejó a muchos con un sabor amargo: un revés considerable para la reputación que Apple había estado construyendo. A pesar de ello, la compañía no dio muchas explicaciones, aplazando indefinidamente el futuro.
No podemos ignorar que Apple maneja los tiempos como nadie. Es maestra en anticipar lo que viene, incluso cuando lo que se presenta aún no está del todo listo. John Gruber, una voz relevante en el ecosistema Apple, sugirió que algunas de las funcionalidades mostradas en la WWDC no existían como tal o estaban lejos de ser operativas.
Detrás de una Presentación Tecnológica Mítica
Y esta no fue la primera vez. Esta estrategia tiene un antecedente destacado: la revelación del primer iPhone en 2007. Un evento legendario en el ámbito del marketing tecnológico, donde Steve Jobs presentó “un producto revolucionario y mágico”. Lo que muchos desconocían, y aún ignoran hoy día, es que aquel aparato apenas funcionaba el día de su estreno. Literalmente.
Un artículo de The New York Magazine, basado en entrevistas con antiguos empleados de Apple, revela los secretos detrás de aquella memorable keynote. Entre los testimonios, resalta Andy Grignon, ingeniero senior a cargo de los módulos de comunicación. Según él, el software del iPhone estaba lleno de fallos: las canciones se cortaban, los vídeos tendían a fallar, y el sistema podía colapsar si las tareas no se realizaban en un orden preciso. La memoria era tan limitada que unas pocas operaciones simultáneas podían forzar un reinicio.
Frente a este escenario, los ingenieros idearon una solución de contingencia: “el camino dorado”. Era una secuencia exacta de acciones que Jobs debía seguir al pie de la letra. Solo así aseguraban que el teléfono respondiera durante la demostración. Para prevenir fallos, Jobs tenía varias unidades idénticas en el escenario. Si una fallaba, simplemente pasaba a la siguiente sin que el público lo notara.
A la complicación técnica se sumaba la demanda estética. Jobs no quería una cámara apuntando al dispositivo; quería una proyección directa y limpia. Para lograrlo, los ingenieros añadieron placas especializadas y cables de vídeo que extraían la señal del iPhone y la llevaban al proyector. Aunque frágil y artesanal, el sistema cumplía su función, haciendo que todo pareciera natural, casi mágico.
El WiFi representaba otro gran reto. Con miles de asistentes, muchos con conocimientos técnicos, la conectividad estaba en riesgo. Para evitar problemas, Apple personalizó el software del AirPort que proporcionaba conexión al iPhone, ajustándolo para operar en frecuencias específicas de Japón, fuera del rango habitual en EE.UU. Fue un movimiento arriesgado, pero logró mantener una señal estable.
Las llamadas también estaban perfectamente orquestadas. AT&T, el socio exclusivo del iPhone en aquel entonces, instaló una torre portátil para asegurar la estabilidad de la señal. Sin embargo, los dispositivos de demostración estaban configurados para mostrar siempre cinco barras de cobertura, sin importar la calidad real de la señal.
Contra todo pronóstico, la presentación fue un éxito rotundo. Jobs siguió el guion con exactitud: mostró cómo reproducir música y videos, navegar por internet, enviar mensajes, hacer llamadas y explorar fotos con gestos táctiles. En uno de los momentos más icónicos, utilizó Google Maps para localizar un Starbucks y, en tono de broma, ordenó 4.000 cafés. El público quedó fascinado. Nadie podía sospechar que aquel iPhone tan avanzado era, en ese momento, una obra maestra perfectamente ensayada.
El nivel de secretismo fue tal que, según The New York Magazine, algunos proveedores, como Marvell Technologies, no se enteraron hasta el día de la presentación de que sus chips de WiFi y Bluetooth se usaban en un teléfono móvil, no en un iPod. Apple incluso llegó a crear esquemas falsos para despistar y evitar filtraciones.
Estamos posiblemente ante otra de esas presentaciones escénicas que Apple domina como nadie. No sabemos exactamente en qué punto se encuentra el nuevo Siri, pero lo cierto es que, a diferencia de lo ocurrido con el iPhone, seguimos esperando su lanzamiento. Siri tiene el potencial de ser una herramienta transformadora, pero por ahora, sigue como una promesa por cumplir.
Imágenes | Apple (1, 2)
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