No, este encabezado no surge de la arrogancia, al menos no de la mía. Es un fragmento de la sevillana Sevillanía de Los del Río. Nosotros no necesitamos halagos, ya nos encargamos de eso. Prefiero enfrentar lo evidente y manejarlo lo mejor que pueda.
Probablemente hayas escuchado la conocida cita de Antonio Gala, cordobés, que dice: «Lo malo no es que los sevillanos piensen que tienen la ciudad más bonita del mundo; lo peor es que puede que tengan hasta razón». ¡Y qué bien lo recordamos! No me considero parcial, pero hace poco discutía con un amigo sobre cuál era más bonito, Sevilla o Córdoba, y aunque no he visitado Córdoba, estoy segura de que ganamos nosotros. Se lo repetí varias veces.
¿Estoy empezando con mal pie antes de entrar en materia? No, solo quiero mostrarte una parte de mí para que entiendas que aunque adoro mi ciudad, y soy de un pueblo, puedo ver sus luces, que son muchas, y sus sombras, que a veces nublan incluso el cielo más despejado, como el que recordaba Antonio Machado en aquel papel encontrado en su abrigo al morir en el exilio en Colliure, Francia.
El día del Pescaíto de la Feria de Abril, que fue en mayo, de 2019.
Sevilla: una ciudad para algunos sevillanos y su Feria
En Sevilla puedes ser dos tipos de sevillano: de bien o de mal. Aunque la vida es más bien de grises, nuestra ciudad ve en blanco y negro: Sevilla o Betis, Triana o Sevilla, serranito o piripi, Esperanza o Macarena… La ciudad olvida lo que no resalta a simple vista. Debemos valorar los símbolos de la ciudad, pero también reconocer que sin lo demás, no se sostendrían. El centro histórico es magnífico, pero los barrios de la periferia sostienen muchas de las grandes casas que adornan las calles más concurridas.
Las casas escasean con la gentrificación; a ver quién puede con los alquileres debido a los AirBnB descontrolados. Pero, ¡hagamos que la entrada a la Plaza de España sea de pago y asunto resuelto!
La Sevilla en blanco y negro no aceptó el «polémico» cartel de Semana Santa del artista Salustiano García. Es una ciudad que adora ser elitista y cerrada, lo tiene en su ADN junto a lo de estrenar ropa el Domingo de Ramos. Y algunos mueren por escalar socialmente, pisoteando a quien sea necesario.
Con la Feria pasa lo mismo. No la compares con la de Córdoba, Jerez o El Puerto. No merece la pena. Esta fiesta es una muestra más de la esencia particular de la ciudad, reflejado también en el código de vestimenta exigido a medias para participar.
Echándome unas risas con este árbol tan gracioso en el Real en 2019.
El vestuario en la Feria: sigue las instrucciones
Aunque hayas visto en redes sociales, no es necesario asistir al Real vestida de flamenca ni usar tu traje de la confirmación.
No hay un juez de moda en la portada dando aprobados o suspendidos por lo que lleves puesto. Sin embargo, te mentiría si dijera que en el dress code de la Feria de Sevilla no hay directrices. Aunque me gusta ver a un hombre con traje cruzado, un pantalón de chándal gris también puede funcionar (guiño, guiño).
Lo cierto es que puedes haber oído que para pisar albero debes usar traje si eres chico. Pero esto es cierto a medias.
La mayoría de casetas en Sevilla son privadas, cada una tiene derecho de admisión. Algunas exigen americana, aunque haga calor. Sin ella, puedes recibir miradas despectivas. No es una norma oficial, pero sí oficiosa. Y el problema no es la ropa, sino la mirada del otro.
Ha habido vídeos polémicos en redes. Uno de una sastrería, Bund Company, donde un chico da consejos sobre vestir en la Feria. Aunque genera muchas expectativas, no es lo más escandaloso. Lo que realmente molesta es el juicio al vestuario y no al comportamiento.
Llevo años visitando una de las casetas más elitistas. Viendo gente con deudas luciendo vestidos lujosos. Al fin y al cabo, hay cosas que el dinero no compra.
Domingo de Feria de 2023. Outfit económico pero con clase.
Un vídeo inquietante fue uno publicado por @elenita.la.fantastica (cuenta ya desaparecida), donde una joven grababa a flamencas criticándolas. Ella misma no lucía perfecta según los cánones de la Feria de Sevilla.
El traje de flamenca representa la diversidad, el color y la personalización. Puede gustar o no, pero cada uno viste como desea. El termómetro de la sevillanía no complace a todos.
La Feria no es engagement
Lo vimos en el Instagram de la influencer Rocío Osorno. La Feria y las tradiciones sevillanas se han vuelto un parque turístico. De imponer una tasa turística, mejor hablamos otro día.
El orgullo de ser andaluces, forjado con esfuerzo, no nos ha enseñado del todo. Nuestra tierra fue pilar de riqueza para otras comunidades, que hoy presumen de ser «autosuficientes».
Siempre hemos sido los proveedores: de tierra, buen clima, mano de obra. Ahora, somos el patio de recreo de aquellos que nos han menospreciado.
En primavera llegan hordas de quienes dicen tener raíces andaluzas. Algunos hasta tratan de imitarnos. Los mismos que en verano hacen que los alquileres en El Puerto de Santa María se disparen, pisotean el Real intentando encajar. Si van «bien vestidos», el sevillanómetro los apreciará más que a un sevillano del barrio de El Cerro del Águila.
Pero el andalucismo no se compra.
Fotos | Cristina Sobrino Calado (@cristinasobrinoc), Alp Cem en Pixabay, victoriapeckham en Flickr, Sevilla Congress & Convention Bureau en Flickr
Deja una respuesta