¿Qué comparten los volcanes de Hawái, Islandia, las Islas Canarias e incluso aquellos escondidos bajo el océano? Más de lo que pensábamos: posiblemente todos obtienen su energía de una sola fuente de magma.
Una Reserva Monumental. Un reciente estudio ha reabierto la idea de que las cámaras de magma que alimentan diversos volcanes podrían tener un origen común en una vasta bolsa inicial de roca fundida.
Puntos Calientes. El enfoque del estudio son los “puntos calientes”, anteriormente considerados como acumulaciones de roca fundida en el manto terrestre. Estas acumulaciones son las que nutren cadenas volcánicas como en Hawái o las Canarias.
Antes, se pensaba que estos puntos calientes eran estructuras únicas, formadas en distintos momentos de la historia de nuestro planeta debido a la diversidad en las lavas expulsadas por cada volcán, como lo demostraban décadas de estudios químicos.
Rebatiendo Evidencias. Sin embargo, este nuevo estudio sugiere que la diversidad química observada podría no provenir de diferentes magmas, sino de la interacción del magma con diversos compuestos durante su ascenso.
Esto indica que el magma original podría ser el mismo, sufriendo alteraciones químicas significativas (incluso isotópicas) al atravesar la corteza terrestre hacia la superficie.
“Al centrarnos en un grupo específico de elementos, pudimos identificar los efectos químicos de varios procesos en el magma en su camino a la superficie, descubriendo que en realidad, todas las lavas de puntos calientes comparten la misma composición inicial,” explicaba Matthijs Smit, coautor del estudio.
Un Manto Más Uniforme. El equipo concluye que el manto terrestre es más homogéneo de lo que se pensaba. Las diferentes lavas en la superficie serían como la humanidad: diversa, pero con un origen común.
Los detalles de este estudio se encuentran en un artículo publicado en la revista Nature Geoscience.
La Zona Desconocida. Estudiar el manto terrestre es extremadamente complicado, ya que no podemos observarlo directamente. Incluso en las zonas donde la corteza es más delgada, perforar hasta el manto es una tarea monumental, ya que implica atravesar kilómetros de roca.
Por ello, dependemos de observaciones indirectas, como el uso de sismógrafos para medir la velocidad de propagación de las ondas sísmicas en diferentes ambientes. Al estudiar la lava de los volcanes, debemos distinguir cuidadosamente entre las contribuciones del manto y la corteza.
Ex Xataka | 50 kilómetros de volcanes submarinos bajo el hielo antártico. El nuevo descubrimiento de una expedición italiana
Imagen | Eduardo Robaina, CC BY-SA 3.0
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