«En la comprensión del clima espacial no se admite opción». Este contundente aforismo de la Agencia Espacial Europea sintetiza su empeño en prever tormentas solares. Aunque el Sol ha estado emitiendo tormentas durante millones de años, es nuestra sociedad, altamente dependiente de la tecnología, la que enfrenta una vulnerabilidad sin precedentes ante estos fenómenos.
¿Pero qué son exactamente las tormentas solares? ¿Cuáles son los mecanismos detrás de estas explosiones de energía? Y la interrogante más crucial: ¿Es posible anticipar cuándo una tormenta solar afectará a la Tierra? La clave se encuentra en una red intrincada compuesta de satélites, modelos de inteligencia artificial y la vigilancia continua de nuestra estrella por parte de entidades espaciales.
Entendiendo las Tormentas Solares
Situado a 150 millones de kilómetros, el Sol presenta una actividad magnética de tal magnitud que, ocasionalmente, se desborda. Una tormenta solar se define como un repentino despliegue de energía, partículas de plasma y campos magnéticos lanzados desde el Sol hacia el sistema solar.
Cuando estas eyecciones apuntan hacia nuestro planeta, pueden intensificar auroras, como las presenciadas ampliamente en mayo de 2024. Sin embargo, estos fenómenos no solo presentan un espectáculo visual; en nuestra realidad tecnológica, representan amenazas considerables. Comprenderlas implica distinguir sus dos elementos esenciales.
Llamaradas solares o fulguraciones. Se trata de un estallido energético masivo: un golpe de radiación desencadenado cuando los campos magnéticos del Sol se tensan y se rompen. Esta radiación viaja a la velocidad de la luz, alcanzándonos en apenas ocho minutos.
Se categorizan según su intensidad en función del flujo de rayos X, medido en vatios por metro cuadrado. Las fulguraciones de clase A, B y C son las menos intensas, mientras que las de clase M y X son las más poderosas, capaces de interferir en las comunicaciones de radio de onda corta.
Eyecciones de masa coronal. Son el componente balístico de las tormentas solares. Mientras la fulguración es el destello, las eyecciones de masa coronal son la «bala de cañón»: enormes burbujas de partículas cargadas (plasma) y campos magnéticos disparadas al espacio a velocidades de millones de kilómetros por hora.
Esta imponente nube solar puede tardar entre 18 horas y dos días en llegar a nuestro planeta. No todas las fulguraciones se acompañan de una eyección de masa coronal, pero cuando ambas coinciden y se dirigen a la Tierra, generan una combinación peligrosa que pone en riesgo a los astronautas, puede desactivar satélites (como ocurrió con Starlink) o afectar severamente infraestructuras eléctricas en tierra (similar al evento Carrington).
El Origen de Estas Tormentas
Una llamarada solar de clase M. Imagen: ESA
Las tormentas solares tienen su origen en el campo magnético del Sol. Esta estrella no se comporta como una esfera sólida, sino como una esfera de plasma en rotación que no es uniforme: el ecuador rota más rápidamente que los polos. Este comportamiento hace que las líneas del campo magnético se retuerzan y acumulen grandes cantidades de energía, similar a gomas elásticas tensadas hasta el límite.
Las regiones de intensa actividad magnética se manifiestan como manchas solares en la superficie visible del Sol. Cuando la tensión acumulada se descontrola, se produce una reconexión magnética: las líneas se rompen y reorganizan violentamente, liberando de forma repentina toda su energía almacenada, provocando fulguraciones y posiblemente expulsando masa de la corona solar.
Los efectos en la Tierra dependen de la velocidad, el tamaño y, crucialmente, la dirección del campo magnético de la eyección de masa coronal. Si está orientado hacia el sur, se opone al campo magnético terrestre, nuestro escudo protector, permitiendo una transferencia de energía más eficiente y destructiva.
Impacto en la Tierra
Estamos a salvo gracias al campo magnético y la atmósfera de la Tierra, que nos protegen de la radiación directa. Las tormentas solares no presentan un peligro para la salud de los seres vivos en la superficie terrestre, pero los astronautas enfrentan otro tipo de riesgo.
En 1972, justo antes de la misión Apolo 17, una tormenta solar intensa habría expuesto a los astronautas a dosis mortales de radiación si se hubieran hallado en la superficie lunar. Actualmente, aquellos que trabajan en órbita baja, aunque resguardados por el campo magnético, programan sus paseos espaciales en función del clima espacial.
La infraestructura tecnológica es la más expuesta a tormentas solares intensas. Cuando una eyección de masa coronal colisiona con la magnetosfera de la Tierra, se desencadena una tormenta geomagnética. En situaciones extremas, pueden inducirse corrientes eléctricas en líneas de alta tensión, sobrecargando transformadores y aumentando el riesgo de apagones, especialmente en verano, cuando la red ya está muy presionada.
A pesar de que los satélites están equipados con mecanismos para contrarrestar las corrientes inducidas, suelen ser los más afectados. Las tormentas solares elevan la atmósfera superior de la Tierra, incrementando la fricción y acelerando la caída de satélites en órbita baja. Este fenómeno acelera la disminución de satélites Starlink, la constelación más extensa en órbita baja.
Incluso tormentas geomagnéticas moderadas pueden originar consecuencias como errores en los sistemas GPS o que las aerolíneas modifiquen las rutas polares de vuelo para evitar fallos y asegurar la protección de los pasajeros.
El lado positivo de las tormentas solares son las auroras: las partículas solares impactan nuestra atmósfera generando un espectáculo de luces en los polos. En tormentas geomagnéticas severas, las auroras pueden ser visibles en latitudes inhabituales.
Anticipando la Próxima Tormenta Solar
Imagen: ESA
Las más severas tormentas geomagnéticas suelen coincidir con el máximo solar, el pico de actividad del ciclo solar de 11 años. Actualmente, estamos en el Ciclo Solar 25 y nos encaminamos hacia un máximo de actividad, estimado por la NOAA y la ESA para finales de 2025 o principios de 2026. Estamos en un momento de alta probabilidad de tormentas intensas, pero la meteorología espacial está en constante avance.
Para prever las tormentas solares, los científicos operan con una flota de observatorios espaciales, como SOHO de la ESA o el Solar Dynamics Observatory de la NASA. La Solar Orbiter de la ESA y la sonda Parker de la NASA también participan, siendo Parker la primera nave en haber penetrado la atmósfera exterior del Sol. Estos satélites actúan como vigías que detectan tempranamente las erupciones. Posteriormente, se utilizan modelos predictivos.
Los meteorólogos espaciales emplean herramientas de aprendizaje automático, como GeoCME de la NASA o ASPECS de la ESA, para analizar imágenes de eyecciones de masa coronal y prever su potencial para producir una tormenta geomagnética antes de que lleguen a la Tierra. Actualmente, las observaciones se centran en las manchas solares dirigidas hacia nuestro planeta. En 2031, la misión Vigil de la ESA estará en posición lateral para observar regiones activas antes de que se orienten hacia nosotros, mejorando el pronóstico anticipado.
Preparándose para el Máximo Solar
Si bien no podemos evitar una erupción solar, sí podemos anticipar y reducir sus efectos. Las compañías eléctricas, agencias espaciales y aerolíneas ya implementan medidas de mitigación según las alertas de portales oficiales como el ESA Space Weather Portal o el NOAA Space Weather Prediction Center.
En un ámbito personal, la preparación más lógica ante el próximo máximo solar es similar a cualquier otra emergencia que pueda producir un corte de suministro. Un kit de emergencias con linternas, pilas, un botiquín, una batería externa, agua embotellada y alimentos no perecederos es ideal en caso de que una tormenta geomagnética extrema cause un apagón prolongado.
En el hogar, podrías considerar adquirir un SAI o una regleta con protección contra sobretensiones para proteger tus dispositivos o, sencillamente, desconectarlos durante las tormentas solares más intensas. Con la creciente demanda de electricidad, a la crisis de transformadores solo le faltaba un máximo solar más fuerte de lo esperado para estresar aún más la red.
Imagen | NASA
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